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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Cuarta Semana de Adviento. "El Viejo Guarda". Martes, 22 - Diciembre - 2020

 "Ventana abierta"

Cuarta Semana de Adviento

El Viejo Guarda

Simeón, el anciano guarda, estaba sentado a la ventana. Miraba caer la nieve y pensaba en le tiempo pasado. Tenía veinte años y había pasado más de sesenta cuidando las puertas de Belén. Las habría por la mañana con los primeros rayos del sol. Y por la noche con los últimos rayos las volvía a cerrar. ¡Había visto tanta gente entrar y salir gente del pueblo! Con el tiempo, había aprendido distinguir las intenciones de cada uno: buenas o malas. Ahora sus fuerzas le abandonaban y le costaba levantar la gran llave. En cuanto a la puerta, era tan pesada que el anciano Simeón no podía abrirla. Un guarda joven había tomado su puesto. Simeón era sólo era responsable de una pequeña puerta al Este del pueblo. Jamás en su vida la había visto abierta. Sin embargo se le llamaba” la Puerta Alta”. Cuando había comenzado su carrera de guardián, su predecesor le había confiado la llave, y le había recomendado cuidar que no se herrumbrase. Pues añadió:” Un día será necesario abrir la Puerta Alta. Cuando haya llegado el momento, lo sabrás con certeza”.

Durante todo el tiempo de su servicio, Simeón había cuidado la llave.

¿Llegará el momento de abrir la Puerta Alta? Sumido en estos pensamientos el anciano se levanto cuidadosamente de su silla. Fue hacia el armario y sacó a la llave. Después volvió a sentarse en la ventana, mirando caer la nieve silenciosa. Simeón frotaba la nieve con le punta del manto de lana. Era una llave de hierro, pero ahora relucía como una llave de plata. Simeón volvió a pensar en las palabras de su predecesor. “Un día, habrá que abrir la Puerta Alta. Cuando haya llegado el momento lo sabrás”.

Cada vez que pensaba en esto, el anciano se preguntaba si, por descuido, no habría dejado pasar la gran ocasión y no se habría dormido en el momento oportuno.

En ese instante, le pareció que el cielo se aclaraba al Este, como si las nubes de nieve se abriesen en esa dirección. La luz se intensificaba y tomó forma de una puerta alta toda dorada.

Y la puerta se abrió, y un niño pasó por el umbral, miró a su alrededor y luego con su manita hizo un gesto en dirección al viejo guarda. El niño comenzó a descender hacia la Tierra, por un camino que no era visible. Siempre miraba de nuevo a Simeón que observaba la escena estupefacto. De repente el anciano gritó: “¡La Puerta Alta!” El niño se dirige hacia la Puerta Alta, mientras que yo me quedo al calor mirando boquiabierto”. Se levantó con sus viejas piernas lo más rápido posible. Envuelto en su manto de lana, salió en la nieve hacia la muralla del Este del pueblo. En el camino no se cruzó con nadie. No era de extrañar: por el tiempo que hacía, la gente se quedaba en sus casas. El anciano no veía ya la puerta de oro en el cielo, pero hacia el este veía todo el tiempo un resplandor.

Llegó por fin la Puerta Alta. Introdujo la llave que había cuidado tanto, en la cerradura y se abrió fácilmente sin ningún ruido. El niño estaba en el umbral. Tendió su mano pequeña a Simeón: “Gracias por haber escuchado la llamada y haberme abierto la puerta”, le dijo; “mira, yo he dejado también una puerta abierta, es para ti”.

El viejo guarda levantó sus ojos y vio en el cielo la puerta de oro. Estaba abierta, muy grande: un camino luminoso conducía hasta ella. Simeón, radiante de alegría, se dirigió enseguida hacia la puerta de los cielos. El niño le siguió con la mirada hasta hubo desaparecido.

Después de unos días, todo el mundo se preguntaba donde estaría el viejo guarda. Salieron en su busca pero nadie lo encontró- Así, unos extranjeros habían llegado al pueblo: un hombre, una mujer joven, y un burro, que el guarda estaba seguro de no haberlos visto pasar. ¿Cómo habían entrado?

Asombrado, el joven guarda fue a controlar la Puerta Alta: ¡Estaba completamente abierta y la llave había quedado en la cerradura! “¡El viejo Simeón ha debido perder la cabeza! Ha abierto la puerta y se ha ido”, murmuró. “Cerró la puerta llevándose la llave”.

Jamás se dudó que aquél que debía entrar por la Puerta Alta estaba ya en el pueblo.

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