"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL 21
DE DICIEMBRE - FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO
“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre!”
Ya está cerca el gran día. Y la anticipación
hace que nuestro corazón salte de alegría, igual que Juan el Bautista en el
vientre de su madre Isabel ante la visita de María que se nos narra en el
evangelio de hoy (Lc 1,39-45).
Esa alegría ya se destila en la primera lectura,
tomada del Cantar de los Cantares (2,8-14), en la cual se nos presenta la
alegría inigualable e indescriptible de dos jóvenes amantes. “¡Oíd que llega mi
amado saltando sobre los montes, brincando por los collados!”, dice la joven,
mientras el joven la llama: “¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí!
Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco,
déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es
hermosa tu figura”. Este pasaje nos evoca esa anticipación del encuentro entre
los amantes, que hace que mientras más cercana esté la hora del encuentro se
acelere el pulso y la respiración, al punto de sentir que el corazón se va
salir por la boca. Esa es la alegría y anticipación que debe provocar en
nosotros la cercanía del encuentro con el Amor de los amores que hemos de tener
al final del camino del Adviento.
Es la alegría que experimentó María al saber
que llevaba dentro de sí al Dios-con-nosotros camino a asistir a su prima
Isabel, convirtiéndose así en la primera custodia, y su viaje hacia la casa de
su prima en la primera procesión del “corpus”. María acababa de recibir el
Espíritu Santo (¡y de qué manera!), y estaba tan llena de la alegría
desbordante que produce el encuentro con el Espíritu Santo, que “contagió” a
Isabel y a la criatura que llevaba en su vientre, al punto que “la criatura
saltó de alegría”, e hizo exclamar a Isabel: “¡Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi
Señor?”, para luego “retratar” a María diciendo: “Dichosa tú, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”, lo que hizo que María entonara
el hermoso canto del Magníficat. María acababa de convertirse en la primera
portadora de la Buena Nueva de Dios al mundo, ¡la primera evangelizadora!
Siguiendo el ejemplo de María, nosotros
deberíamos convertirnos en portadores de la Buena Noticia durante lo que resta
de este tiempo de Adviento, para contagiar a otros con la alegría que produce
la anticipación de la llegada de nuestro Salvador. Lo único que tenemos que
hacer es abrir nuestros corazones al gozo que nos trae esa Buena Noticia. Y
cuando sintamos ese “chorro” de amor que invade todo nuestro ser, las palabras
sobrarán, pues con nuestra mirada, nuestra sonrisa, nuestros gestos,
contagiaremos a todo el que se nos acerque.
Es tanto lo que podría decirse sobre este pasaje, que el tiempo y espacio limitado que tenemos permite tan solo un breve comentario. El pasaje nos narra el encuentro entre dos mujeres, una de avanzada edad y otra adolescente, ambas con una maternidad inesperada, producto de la largueza de Dios, que les produce una alegría indescriptible, como la de los amantes que describía la primera lectura. Ambas esperan gozosas la llegada del Salvador. Eso, queridos hermanos y hermanas, ¡es Adviento!
No hay comentarios:
Publicar un comentario