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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

sábado, 19 de diciembre de 2020

Cuarta Semana de Adviento. "Un puñado de paja". Sábado, 19 - Diciembre - 2020

 "Ventana abierta"

Cuarta Semana de Adviento

Un puñado de paja

Una noche, María y José golpearon a la puerta de la granja. Buscaban asilo por una noche. El campesino que les abrió era un hombre tosco. Tenía el corazón duro y no le gustaba servir a nadie. A primera vista comprendió que era gente pobre. “No tienen nada para pagar”, se dijo. Entonces les ofreció un rincón del patio y gruñó con un tono poco acogedor: 

- “Sólo pueden acostarse en el suelo bajo este techo”. 

María pidió amablemente: 

- “¿No tendrá un poco de paja para cubrir el suelo helado?”.

El campesino la miró con los ojos irradiando ira.

- “Está bien”, les dijo finalmente, “tendrán un puñado de paja pero ni una brizna más”. 

Él mismo fue a la granja y de su enorme montón de paja sacó algunas briznas que le dio a José y volvió a entrar en su casa cerrando la puerta de un golpe.

José miró la paja, y se puso triste, pues había tan poco que no sabía que hacer con ella. María las tomó dulcemente en sus manos, y las esparció por el suelo. Fue suficiente así para María y José; hasta quedó un poco de paja para la cama del burrito. Y muy pronto se durmieron.

Al día siguiente, María y José pasaron por la casa del hospedero tan poco amable para darle las gracias y después reemprendieron su camino. El campesino los había despedido refunfuñando. Cuando, más tarde, salió al patio, su mirada cayó sobre la brizna de paja que habían quedado en el suelo: una aquí otra allá, un puñadito por todas partes y por todos lados. ¡Lo extranjeros ni siquiera habían juntado la paja! El campesino estaba por enojarse, cuando se dio cuenta que la paja brillaba en forma rara. Fue a mirar de más cerca: ¡cada brizna de paja era de oro puro! Las levantó, las sopesó y después se golpeó la frente:

-  “¡Que estúpido que eres!” gritó. “Si hubiese propuesto a esta gente dormir en la granja, ahora, toda la paja se hubiese convertido en oro”.

Pero lo que estaba hecho, estaba hecho y el campesino del corazón duro pensó entonces en vender estas briznas de oro. Las envolvió en un pañuelo y salió hacia el pueblo. “Es poco”, se decía “pero voy a conseguir un buen precio”. Después de haber buscado bien y discutido con no pocas personas, encontró un orfebre que le propuso una buena suma. El campesino se frotaba las manos: ¡que beneficio iba a sacar del mal servicio que había ofrecido! Pero cuando desató el paño a la vista del orfebre se echó a reír con toda su alma, burlándose de él.

Así fue como el campesino no llevó a su casa más que burlas; y las conservó más tiempo que el regalo de la Santa Familia que había querido vender.

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