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Sean bienvenidos

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Invitación y bienvenida

Hola amig@s, bienvenid@s a este lugar, "Seguir la Senda.Ventana abierta", un blog que da comienzo e inicia su andadura el 6 de Diciembre de 2010, y con el que sólo busco compartir con ustedes algo de mi inventiva, artículos que tengo recogidos desde hace años, y también todo aquello bonito e instructivo que encuentro en Google o que llega a mí desde la red, y sin ánimo de lucro.

Si alguno de ustedes comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia, o por el contrario quiere que sea retirado de inmediato, por favor, comuníquenmelo y lo haré en seguida y sin demora.

Doy las gracias a tod@s mis amig@s blogueros que me visitan desde todas partes del mundo y de los cuales siempre aprendo algo nuevo. ¡¡¡Gracias de todo corazón y Bienvenid@s !!!!

Si lo desean, bajo la cabecera de "Seguir la Senda", se encuentran unos títulos que pulsando o haciendo clic sobre cada uno de ellos pueden acceder directamente a la sección que les interese. De igual manera, haciendo lo mismo en cada una de las imágenes de la línea vertical al lado izquierdo del blog a partir de "Ventana abierta", pasando por todos, hasta "Galería de imágenes", les conduce también al objetivo escogido.

Espero que todos los artículos que publique en mi blog -y también el de ustedes si así lo desean- les sirva de ayuda, y si les apetece comenten qué les parece...

Mi ventana y mi puerta siempre estarán abiertas para tod@s aquell@s que quieran visitarme. Dios les bendiga continuamente y en gran manera.

Aquí les recibo a ustedes como se merecen, alrededor de la mesa y junto a esta agradable meriendita virtual.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.

No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad.
No hay mejor regalo y premio, que contar con su amistad. Les saluda atentamente: Mª Ángeles Grueso (Angelita)

viernes, 25 de diciembre de 2020

Cuarta Semana de Adviento. Navidad. "El Hijo de Dios". Viernes, 25 - Diciembre - 2020

 "Ventana abierta"

Cuarta Semana de Adviento

El Hijo de Dios

La noche caía, la Noche Santa y un gran silencio reinaba sobre la Tierra. Era como si el mundo retuviese su aliento. Pero en el cielo, los ángeles elevaban su mirada hacia las esferas más altas, donde, en medio del círculo de los Querubines y serafines, se erguía el trono de Dios. Y he aquí lo que se había esperado por tanto tiempo, deseado tan ardientemente, se produjo: de pronto el círculo se abrió y el trono de dios se hizo visible para los moradores de los cielos. Del trono surgía alguien tan claro y luminoso, tan sereno y puro, que incluso el lenguaje de los ángeles no sabría describirlo. Miró con benevolencia la ronda de los ángeles que elevaban sus ojos hacia él y no cesaban de adorarlo.

Pero él se hizo a un lado, y la mirada grave y solemne de Dios Padre atravesó las esferas celestes. Delante de Él se abrió un camino luminoso que descendía cada vez más hasta llegar a la Tierra. Allí, los Ángeles no vieron más que un establo pobre, donde una mujer y hombre estaban sentados cerca de un pesebre, en compañía de un buey y un asno. El hombre dormía. Pero la mujer dirigía la mirada hacia al cielo, y cuando percibía el camino luminoso, elevó sus brazos. Entonces el ser de luz, el Hijo de Dios que había surgido del trono de Dios, comenzó a descender por él y a medida que bajaba y atravesaba los círculos de todos los ángeles, éstos entonaban un canto cada vez más grandioso.

Al pasar de un círculo a otro, el Hijo de Dios se transformaba sin cesar y primero se volvió semejante a los Serafines, los ángeles más elevados; después era como los Querubines, y fue dejando una tras otra todas las formas de gloria celestial como quien se quita un vestido. Pasó por el círculo de los Arcángeles, para volverse a encontrar en el de los Ángeles, y para dejarlos a ellos también. El pobre establo irradió claridad cuando el Ser de luz se aproximó a María y la cubrió con su sombra luminosa… y su luz se volvió a encontrar en los ojos del Niño. Que la madre de Dios tenía sobre sus rodillas.

Entonces el canto de los ángeles prorrumpió de nuevo en los cielos y la Tierra resonó con su alabanza: “Hoy os ha nacido el Salvador, Cristo, el Señor.”

Jamás desde esta noche, el círculo de los Querubines y de los Serafines se ha vuelto a cerrar. El camino luminoso vuelve a unir desde entonces y para siempre el Trono de Dios a la Tierra y cada año, Cristo desciende desde allí, desde su Padre hacia los hombres, para nacer entre ellos y llegar a ser semejante; y para plantar su luz en los corazones, a fin de que empiece a brillar en sus miradas, como ya brilló otrora en los ojos del Niño Jesús.

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