"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL 17
DE DICIEMBRE DE 2020 – FERIA PRIVILEGIADA DE ADVIENTO
Esta genealogía abarca cuarenta y dos
generaciones (múltiplo de 7) desde Abraham hasta Jesús, pasando por el rey
David.
Estamos en la “segunda parte del Adviento”, en
la novena de Navidad.
La lectura evangélica de hoy, tomada de san
Mateo (1,1-17), nos presenta la Genealogía de Jesús. Esta genealogía abarca
cuarenta y dos generaciones (múltiplo de 7) desde Abraham hasta Jesús (v. 17),
pasando por el rey David, de cuya descendencia nacería el Mesías esperado. Esta
parecería ser una lectura aburrida. ¿A quién le interesan tantos nombres raros,
muchos de los cuales son desconocidos para la mayoría de nosotros? ¿Por qué ese
interés desmedido en establecer el linaje de Jesús?
Debemos recordar que Mateo escribe su relato
evangélico para los judíos de Palestina convertidos al cristianismo, con el
objetivo de probar que Jesús es el Mesías prometido. Por eso pasa el trabajo de
establecer, de entrada, su nacimiento dentro de la estirpe de David. Esto se
refleja también en el uso continuo de la frase “para que se cumpliese…”, a lo
largo de todo su relato (en los primeros tres capítulos se repite seis veces).
Es decir, su tesis es que en Jesús se cumplen todas las profecías del Antiguo
Testamento relativas al futuro Mesías, que comenzaron desde el libro del
Génesis.
Así, en la primera lectura de hoy (Gn
49,1-2.8-10), Jacob manda a reunir a sus doce hijos (de quienes saldrían las
doce tribus de Israel), y les dice: “A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás
la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu
padre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se
agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se
apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga
aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos”. David fue el primero en reinar sobre ambos
reinos, el de Judá y el de Israel, antes de que se dividieran, y su linaje
continuó reinando sobre Judá. De esa estirpe es que nace José, “esposo de
María, de la que nació Jesús, el Cristo” (v. 16), heredero del trono de David
(Lc 1,32b).
Aunque sabemos que José no tuvo nada que ver
con la concepción de Jesús en el seno virginal de María, al reconocerlo y darle
su nombre se convirtió para todos los efectos legales en el padre de Jesús, a
quien asumió como hijo suyo. De este modo se convirtió también en el padre
espiritual de Jesús, a quien le transmitió toda la tradición de su pueblo, convirtiéndolo
en un verdadero hijo de Israel.
Si comparamos los relatos de Mateo y Lucas,
vemos cómo en el primero la figura principal es José, a quien el ángel le
anuncia la concepción milagrosa de Jesús y le encomienda ponerle el nombre
cuando nazca (tarea fundamental en la mentalidad bíblica), mientras María
permanece como un personaje secundario que ni tan siquiera habla. En Lucas, por
el contrario, María es la verdadera protagonista, el personaje alrededor del
cual giran los primeros dos capítulos. En Lucas es a ella a quien el ángel
anuncia el embarazo milagroso, recibe el nombre de “llena de gracia”, y se le
encarga ponerle el nombre a Jesús.
María es también la figura clave, la
protagonista del Adviento. En ella, concebida sin pecado original y preparada
por el Padre desde la eternidad, nacida judía hija de Israel, se concentran
todas las esperanzas del pueblo judío y de toda la humanidad. De ella recibimos
al Salvador, y hoy sigue conduciéndonos hacia su Hijo.
Nuestra Señora del Adviento, ¡muéstranos el Camino!
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