"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
El Padre Dios y su Hijo Jesús viven en nosotros y nos santifican, pero
lo hacen regalándonos el Espíritu Santo. Por eso, podemos decir que el Espíritu
Santo es el que toca nuestro interior, el que hace la obra más íntima, el que
derrama el amor en nuestras fibras interiores.
Es cierto que el Espíritu Santo siempre nos une a Jesús y al Padre Dios; pero
es él quien nos transforma íntimamente para que seamos parecidos a Jesús y nos
volvamos cada vez más agradables al Padre.
Los santos padres de la Iglesia utilizaban algunos ejemplos para destacar esa
obra tan íntima del Espíritu Santo. Le llamaban, por ejemplo, el dedo de Dios,
porque él toma contacto con nuestro corazón y lo sana, lo libera, lo purifica.
También decían que es como la punta de un rayo. Porque el Padre Dios es como la
fuente oculta de energía que habita en el cielo, el Hijo es el relámpago que lo
manifiesta con su luz, y el Espíritu Santo es como la punta de ese rayo que
quema la tierra.
También decían que las tres Personas de la Trinidad son como el agua que sacia
nuestra sed. Pero el Padre es el manantial deseado de donde brota el agua, el
Hijo son los chorros de agua que lo manifiestan y nos alegran, y el Espíritu
Santo es el agua que nosotros bebemos y nos refresca.
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