"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
AMOR DE DIOS Y RESPUESTA HUMANA
Fe adulta
José Luis Sicre
4º domingo de cuaresma. Ciclo B
Una lectura rápida de las tres lecturas de
este domingo revela una relación clara entre ellas: el amor de Dios. En la
primera, provoca la liberación de los judíos desterrados en Babilonia. En la
segunda afirma Pablo: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó…” En el evangelio, Juan escribe la famosa frase: “De tal manera amó Dios al
mundo que le entregó a su hijo único”.
Si leemos los textos más tranquilamente,
advertimos algo más profundo: ese amor se manifiesta perdonando en distintas circunstancias
y por diversos motivos. Al mismo tiempo, requiere una respuesta de parte
nuestra. Es preferible leer los textos en el orden cronológico en que fueron
escritos. Por eso dejo para el final la carta a los Efesios.
Perdón para los judíos basado en la
fidelidad a la palabra dada. ¿Encontrará respuesta? (2 Crónicas 36, 14-16.
19-23)
La primera lectura nos traslada a
Babilonia, en el año 539 a.C., donde los judíos llevan medio siglo deportados.
La ciudad cae en manos de Ciro, rey de Persia, y Dios lo mueve a liberarlos.
Para justificar el medio siglo de esclavitud, la lectura comienza hablando del
pecado de los israelitas, que no se limita a un hecho concreto, se prolonga en
una larga historia.
A la idolatría e infidelidades del
comienzo respondió Dios con paciencia, enviando a sus mensajeros para
invitarlos a la conversión. Pero los judíos los despreciaron y se burlaron de
ellos. Entonces, la compasión de Dios dio paso a la ira, y los babilonios
incendiaron el templo, arrasaron las murallas de Jerusalén, deportaron a la
población. Años más tarde, la actitud de Dios cambia de nuevo y mueve a Ciro de
Persia a liberar a los judíos. ¿A qué se debe este cambio? De acuerdo con la
mentalidad más difundida en el Antiguo Testamento, el pueblo, tras sufrir el castigo,
se convierte y Dios lo perdona. Igual que el niño que hace algo malo: su madre
le riñe, pide perdón, la madre lo perdona.
Sin embargo, en esta primera lectura no
aparece la idea del arrepentimiento del pueblo. El único motivo por el que Dios
perdona y mueve a Ciro a liberar al pueblo es por ser fiel a lo que había
prometido. Volviendo al ejemplo de la madre, como si ella le hubiera dicho al
niño: “Hagas lo que hagas, terminaré perdonándote”. Y lo perdona, sin que el
niño se arrepienta, para cumplir su palabra. ¿Cómo reaccionan los judíos ante
la noticia? El texto no lo dice, pero lo sabemos: unos pocos volvieron a Judá,
arriesgándolo todo, sin saber lo que iban a encontrar; otros prefirieron
quedarse en Babilonia. (¿Cuántos afroamericanos estarían dispuestos a volver de
Estados Unidos a los países de origen de sus antepasados?)
Perdón universal basado en el amor, que
puede ser aceptado o rechazado (evangelio)
El evangelio enfoca el tema del amor y
perdón de Dios de forma universal. No habla del amor de Dios al pueblo de
Israel, sino de su amor a todo el mundo. Pero un amor que no le resulta fácil
ni cómodo, en contra de lo que cabría imaginar: le cuesta la muerte de su
propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la respuesta humana: ese perdón
hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a Jesús como Hijo de Dios y
salvador. Esto lo hemos dicho y oído infinidad de veces, pero quizá no hemos
captado que implica un gran acto de humildad, porque obliga a reconocer tres
cosas:
a) Que soy pecador, algo que nunca resulta
agradable;
b) Que no puedo salvarme a mí mismo, cosa
que choca con nuestro orgullo;
c) Que es otro, Jesús, quien me salva;
alguien que vivió hace veinte siglos, condenado a muerte por las autoridades
políticas y religiosas de su tiempo, y del que muchos piensan hoy día que sólo
fue una buena persona o un gran profeta.
Usando la metáfora del evangelio, es como
si un potente foco de luz cayese sobre nosotros poniendo al descubierto nuestra
debilidad e impotencia. No todos están dispuestos a este triple acto de
humildad. Prefieren escapar del foco, mantenerse a oscuras, engañándose a sí
mismos como el avestruz que esconde la cabeza en tierra. Pero otros prefieren
acudir a la luz, buscando en ella la salvación y un sentido a su vida.
Perdón para los paganos basado en la
compasión. Respuesta: fe y buenas obras (carta a los Efesios, 2,4-10)
La salvación universal de la que habla el
evangelio la concreta la carta a los Efesios en una comunidad concreta de
origen pagano: la de la ciudad de Éfeso (situada en la actual Turquía).
Antes de convertirse, estaban muertos por
los pecados, con un agravante: Dios no les había hecho ninguna promesa de
salvación, como a los judíos deportados en Babilonia. Sin embargo, los perdona.
¿Por qué motivo? Porque es “rico en misericordia”, “por el gran amor con que
nos amó”, “por pura gracia”.
Esto es lo que san Pablo llama en otro
contexto “el misterio que Dios tuvo escondido durante siglos”: que también los
paganos son hijos suyos, tan hijos como los israelitas. Esta prueba del amor de
Dios espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las
buenas obras.
Reflexión final
En el contexto de la cuaresma, que se
presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda
una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena
noticia del amor de Dios. Nosotros, que somos los herederos de los efesios, de
los corintios, de los tesalonicenses, debemos reconocer, como ellos, que todo
es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y
dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado.
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