"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA
“Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les
escabulló de las manos”. Esa ha sido la constante en los relatos evangélicos de
los días recientes. La autoridades, los componentes del poder
ideológico-religioso de la época, ya habían puesto en marcha su conspiración
para acabar con Jesús. Había que eliminarlo. Pero su hora no había llegado aún.
Cuando llegue la hora Él no opondrá resistencia, y enfrentará con valentía, no
solo el poder ideológico-religioso, representado por el Sumo Sacerdote Caifás y
el Sanedrín, sino también el poder político, representado por el rey Herodes
Antipas y el Procurador romano Poncio Pilato.
En el relato evangélico de hoy (Jn 10,31-42)
encontramos a Jesús enfrentando a unos judíos que se disponían a apedrearlo.
Jesús los confronta con todos los portentos y prodigios que ha obrado “por
encargo” de su Padre, y ellos insisten en apedrearlo, no por las buenas obras
que ha realizado, sino por blasfemo, al atribuirse a sí mismo el ser Dios. Los
judíos que le rodean están tan concentrados en la letra de la Ley que no pueden
ver que tienen a Dios delante de ellos, no tienen fe. Creen en Dios pero no
creen en Su Palabra que se hace presente entre ellos.
En el sermón de la Montaña Jesús había dicho:
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
Si no abro mi corazón al amor incondicional de Dios (la Verdad) y comparto ese amor con mi prójimo,
especialmente los más necesitados, jamás veré el rostro de Dios aunque lo tenga
delante de mí (Cfr. Mt 25,31-46). Me
pasará igual que a aquellos judíos que lo tuvieron ante sí y no le
reconocieron, a pesar de todas las pruebas que se les presentaron.
Como no había llegado su hora, el Señor lo
protegió y permitió que escapara. En la misma situación vemos al profeta
Jeremías en la primera lectura (Jr 20,10-13). Jeremías fue llamado por Dios al
profetismo a temprana edad. Por eso puso resistencia cuando recibió su
vocación: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven”. El
Señor le dijo que no aceptaba esa excusa, y le prometió su protección (1,8).
A pesar de su corta edad, Jeremías fue llamado
a denunciar los graves pecados del pueblo, sus infidelidades a la Alianza. Y al
igual que Cristo, fue perseguido, y conspiraron para atraparlo y acabar con él.
“‘Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo’. Mis amigos acechaban mi
traspié: ‘A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos
vengaremos de él’”. Pero el profeta confió en la palabra de Dios y siguió
adelante. “El Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán
y no podrán conmigo”.
Es la oración de petición confiada y fervorosa
que encontramos en el Salmo (17) de hoy: “En el peligro invoqué al Señor, y me
escuchó”.
Asimismo tenemos que aprender a confiar en el
Señor cuando se nos persiga, o se mofen de nosotros a causa del Evangelio. “Yo te
amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador”.
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