"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
SÁBADO DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA.
27 - MARZO - 2021
“Vosotros no entendéis ni palabra; no
comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la
nación entera”.
La lectura evangélica de hoy (Jn 11,45-56), nos
presenta al Sanedrín tomando la decisión firme de dar muerte a Jesús: “Y aquel
día decidieron darle muerte”. Esta decisión estuvo precedida por la
manifestación profética del Sumo Sacerdote Caifás (“Vosotros no entendéis ni
palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no
perezca la nación entera”), que prepara el escenario para el misterio de la
Pasión que reviviremos durante la Semana Santa que comienza mañana, domingo de
Ramos.
La primera lectura, tomada del profeta Ezequiel
(37,21-28), nos muestra a Dios que ve a su pueblo sufriendo el exilio y le asegura
que no quiere que su pueblo perezca. El pueblo ha visto la nación desmembrarse
en dos reinos: el del Norte (Israel) y el del Sur (Judá), y luego ambos
destruidos a manos de sus enemigos en los años 722 a.C. y 586 a.C.,
respectivamente, y los judíos exiliados o desparramados por todas partes. “Yo
voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a
congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en
su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No
volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías”.
Reiterando la promesa hecha al rey David (2 Sm
7,16), Yahvé le dice al pueblo a través del profeta: “Mi siervo David será su
rey, el único pastor de todos ellos”. Para ese tiempo David había muerto hacía
casi 400 años. Así que se refiere a aquél que ha de ocupar el trono de David,
Jesús de Nazaret (Cfr.
Lc 1,32b).
Mañana conmemoramos su entrada mesiánica en
Jerusalén al son de los vítores de esa multitud anónima que lo seguía a todas
partes (“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!” – Mt 21,9), para dar comienzo al drama de su pasión y
muerte.
Las palabras de Caifás en la lectura de hoy
(“os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera”)
lo convierten, sin proponérselo, en instrumento eficaz del plan de salvación
establecido por el Padre desde el momento de la caída. El mismo Juan nos apunta
al carácter profético de esas palabras: “Esto no lo dijo por propio impulso,
sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando
que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para
reunir a los hijos de Dios dispersos”.
Ese era el plan que el Padre se había trazado
desde el principio: reunir a los hijos de Dios dispersos, a toda la humanidad,
alrededor del sacrificio salvador de Su Hijo, quien habría de morir por todos.
¡Cuánto le falta a la humanidad para poder
alcanzar esa meta de estar “reunidos en la unidad”! Durante esta Semana Santa,
en medio del mundo convulsionado que estamos viviendo, les invito a orar por la
unidad de todas las naciones, religiones y razas, para que se haga realidad esa
unidad a la que nos llama Jesús: Ut unum sint! (Jn 17,21).
Que la Semana Santa que está a punto de
comenzar sea un tiempo de penitencia y contemplación de la pasión salvadora de
Cristo, y no un tiempo de vacaciones y playa.
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