"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA QUINTA SEMANA
DE CUARESMA
“Si el Hijo os hace libres, seréis realmente
libres”. Y esa libertad es capaz de hacernos sentir libres aún en prisión.
La liturgia de hoy nos presenta dos lecturas
que, aunque aparentan ser diferentes, tienen un tema común. El verdadero
significado de la libertad.
La primera lectura, tomada del libro de Daniel
(3,14-20.91-92.95), nos presenta la historia de los tres jóvenes Sidrac, Misac
y Abdénago, quienes antes que postrarse ante un ídolo, prefirieron enfrentar la
muerte y la tortura de ser arrojados a un horno encendido. La segunda, tomada
del evangelio según san Juan (8,31-42), comienza con la que tal vez sea la
frase más mal utilizada, o más citada fuera de contexto en todo el Nuevo Testamento:
“La verdad os hará libres”.
La primera nos muestra cómo el Señor envió un
ángel para salvar a aquellos jóvenes que se mantuvieron fieles a su Palabra. Se
mantuvieron fieles y confiaron plenamente en Dios en medio de la prueba; y esa
fidelidad y confianza absoluta en Dios, los hizo libres. En reflexiones
anteriores hemos expresado que la “verdad” en términos bíblicos es el amor
incondicional de Dios. Y ese amor es lo que hace que estos jóvenes, haciendo
uso de la libertad que ese mismo amor les brinda, se nieguen a someterse a
nadie que no sea a Dios, porque solo amándole a Él, correspondiendo a Su amor
incondicional, encontramos la libertad plena.
La lectura evangélica nos presenta un pasaje
donde Jesús nos dice que si nos mantenemos fieles a su Palabra conoceremos esa
verdad que nos hace libres. A la vez, contrapone el pecado a libertad: “Os
aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa
para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres,
seréis realmente libres”.
Hoy día nos sentimos presionados a adorar otros
ídolos. Nuestra sociedad secularista nos insta, a veces casi nos obliga, a
“postrarnos” ante muchos “dioses”: el dinero, la fama, el poder, el
sexo, el alcohol, entre otros tantos. Y se nos insta a ejercer nuestra
“libertad” para adorarles. Pero perdemos de vista que al postrarnos ante esos
dioses haciendo uso de esa aparente libertad, en realidad nos estamos
esclavizando. Solamente sometiéndonos al amor incondicional de Dios, y
compartiendo ese amor con nuestro prójimo, obtendremos la verdadera libertad,
esa verdad que nos hará libres. De esa manera Jesús, al ser clavado y morir en la
cruz, por amor, ejercitó al máximo su libertad, al punto de hacernos libres a
nosotros. Y nosotros, al igual que Jesús, solamente seremos totalmente libres
al someternos a la voluntad del Padre.
“La verdad nos hará libres”. No se trata de una
libertad frente a la autoridad política o judicial. Se trata de la verdadera
libertad; la libertad frente al pecado, la muerte, las tinieblas, a través de
la persona de Cristo Jesús. “Si el Hijo os hace libres, seréis realmente
libres”. Y esa libertad es capaz de hacernos sentir libres aún en prisión.
“Ustedes, hermanos, han sido llamados para
vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para
satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los
otros, por medio del amor” (Gal 5, 13).
Esa misma libertad la podemos experimentar plenamente en este tiempo de “distanciamiento social” y cuarentena en nuestros hogares. Si abrimos nuestros corazones al amor incondicional de Dios, conoceremos la verdadera libertad de hijos de Dios. Entonces seremos felices aún en nuestro distanciamiento.
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