"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL QUINTO DOMINGO DE CUARESMA (B)
“Os aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
Hoy es el quinto domingo de Cuaresma. A la
distancia nos parece divisar el Gólgota y todo el drama de la Pasión de Jesús,
su muerte redentora que sellará con su sangre la Nueva y definitiva Alianza en
su persona, y su gloriosa Resurrección.
La primera lectura, tomada de la profecía de
Jeremías (31,31-34), nos apunta hacia la naturaleza permanente de esa Alianza,
superior a la Antigua, y el valor redentor de la misma: “así será la alianza
que haré con ellos, después de aquellos días –oráculo del Señor–: Meteré mi ley
en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi
pueblo”.
El relato evangélico (Jn 12,20-33), que Juan
sitúa en el contexto de la Pascua, cuando todos “subían” a Jerusalén a
celebrarla, añade el elemento de unos “griegos” que querían ver a Jesús, y
utiliza como uno de los mensajeros a Andrés, hermano de Simón Pedro, a quien
Juan el Bautista le había señalado a Jesús al comienzo de su Evangelio: “He ahí
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Todo el pasaje
gira en torno a la “hora” de su glorificación que ya está cercana.
La presencia de los griegos, por su parte,
apunta hacia la universalidad de la redención mediante una Alianza que no
quedará circunscrita al pueblo de Israel, sino a toda la humanidad.
El domingo pasado leíamos en el Evangelio (Jn
3,14-21): “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que
ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida
eterna”. Hoy ratifica esa redención, y la universalidad de la misma al decir:
“cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”. De este modo,
Juan nos presenta la Cruz como triunfo y glorificación, la “locura de la Cruz”
de la que nos habla san Pablo (1Cor 1,18).
Otro aspecto importante es la radicalidad del
seguimiento, significado en la figura de la semilla de trigo que tiene que
morir para que rinda fruto: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a
sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará
para la vida eterna”. Se refería, no tan solo a su Pasión y muerte inminentes,
sino también a los que decidamos seguirlo. “El que quiera servirme, que me
siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el
Padre lo premiará”.
Como tantas otras veces, Jesús echa mano de los
símbolos agrícolas, conocidos por todos los de su tiempo, para transmitir su
mensaje. Y el mensaje es claro; el verdadero seguidor de Jesús tiene que
“morir” para poder convertirse en generador de fraternidad y agente de
salvación para otros. Aunque Jesús lo llevó al extremo de la privación violenta
de la vida, ese “morir” para nosotros implica morir a todo lo que nos impida
seguir sus pasos y entregarnos a servir a otros por amor, que es a lo que Él
nos invita, con la certeza de que, al igual que Él, el Padre nos premiará.
Jesús nos invita a seguirle. El camino es
difícil, pero la recompensa es eterna…
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