"Ventana abierta"
DIOS SE FIJÓ EN TI
P. Miguel Ángel Díaz Granados,
OCD
La vocación es un don de Dios. Es la
invitación a vivir a plenitud tu condición de hijo de Dios en un proyecto de
vida que te encamine a la santidad desde cualquier estado de vida. De esta
forma, somos invitados a un camino de realización en la vida Consagrada, la
cual, “enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor,
es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu” (Vita Consecrata
1).
Por ello, en medio de nuestra realidad, con lo
que somos y tenemos, así nos convoca Cristo, recordándonos que “somos
vasijas de barro que llevamos un Tesoro por dentro” para que seamos
instrumentos de su gracia; lo cual implica un camino de conversión, entrega,
pasión por Dios y por la Iglesia; camino que desemboca en un estado de vida
donde con San Pablo podamos confesar que “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive
en mí” (Gal 4,4).
En los pasajes evangélicos de la vocación de
los primeros discípulos, podemos observar cómo Jesús llamó a cada uno por su
nombre. Así mismo sigue llamándonos para seguir construyendo su Reino. Esta
invitación es libre, exige decisión y valentía, pero también nos acomaña una
certeza: quién ha iniciado la obra es Él, quien guía el sendero y
sostiene caminar es Él y será Él quien la lleve a feliz término.
Ahora bien, luego de cada llamada viene una
respuesta, que debe nacer de la confianza plena en que Dios mismo conducirá
nuestros pasos hacia la plenitud que Él mismo es y significa. Un camino como
nos diría Santa Teresita del Niño Jesús, “hecho todo de abandono y de
confianza”.
En el Carmelo Descalzo, esto implica como dice
Santa Teresa de Jesús, una “determinada determinación” para llenar la
vida de alegría, cumplir la misión que el Señor nos encomienda y realizarnos
como seres humanos. Aquí descubrimos que estamos llamados a asumir con gozo
todo lo que venga, incluso la cruz, que se convertirá en “camino para ir al
cielo”. Así pues, la vocación implica aprender a ser dóciles a la voz de
Dios y abandonarnos en sus manos, dejando que sea Él quien guie nuestro
caminar, viviendo con la convicción de que si nos llamó, Él mismo nos concederá
todo lo necesario para recorrer el camino. Llevamos en la mente y en el corazón
la certeza de San Pablo que “solo nos basta su gracia” para llegar a ser
verdaderos discípulos.
Si tienes inquietud a la vida consagrada, con deseos de ser un hombre orante y amigo fuerte de Dios, te invitamos a que te acerques al Carmelo Descalzo para acompañarte en un proceso de discernimiento vocacional que te ayude a descubrir el llamado del Señor y el modo de realizarlo. Como nos invita Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), descubrir que: “Los muros de nuestro convento circundan un espacio estrecho. Quien aquí quiere construir el edificio de la santidad tiene que cavar profundamente y construir hacia lo alto; tiene que adentrarse en la noche oscura de la propia nada para ser elevado hasta la luz del amor y la misericordia divinas”.
Y TÚ, ¿QUÉ PIENSAS? ¿Te sientes llamado al
seguimiento radical de Jesús? ¿De qué manera percibes ese llamado? ¿Qué estás
dispuesto a hacer para responder a esta inquietud vocacional?
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