"Ventana abierta"
¿Sabes
por qué san José es el patrono de los seminaristas?
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De San José, esposo
de María y padre adoptivo de Jesús la verdad es que no sabemos mucho más
que lo que nos relatan los breves pasajes del Evangelio en donde es mencionado.
De hecho, por algunos autores y bajo algunas piedades es llamado “el santo del
silencio”, pues no conocemos palabras pronunciadas por él, más solo sabemos de
sus acciones.
Pero san José es
mucho más que un personaje bíblico pintoresco, secundario y mudo. Algunos
de los textos apócrifos, es decir lo que no están en el canon bíblico, lo describen
como un hombre mayor, viudo y con más de 90 años al momento de desposar a la
Virgen María. Estas historias no tienen ninguna validez doctrinal, pero han
ayudado a crearnos una imagen del santo, el que a través del arte siempre ha
sido representado como un hombre mayor, un papá no solo para Jesús sino que
para toda la Iglesia.
En virtud de haber sido el custodio de el pequeño Niño Dios y de
la Santísima Virgen María, san José también es llamado como el custodio de la
Iglesia y al mismo tiempo el patrono
de los seminaristas, aquellos que han sido llamados a seguir los pasos de
su propio hijo, Jesús. Este patronazgo se le atribuye ya que podríamos decir
que san José fue el primer “rector” de un seminario, debido a que tuvo bajo su
responsabilidad la formación humana, religiosa, laboral y espiritual de Jesús,
dado a que en la tradición judía, es rol del padre la educación de su hijo.
No podríamos pensar en un mejor “patrón” para los seminarios y
seminaristas, pues san José, quien veló por el cuidado y la formación de su
hijo Jesús, seguirá velando por aquellos que quieren ser formados según el
corazón sacerdotal de Cristo. De aquí podemos intentar desprender algunas
ideas para animar el camino de todos aquellos jóvenes que han sido llamados a
la vida sacerdotal, donde san José es su patrono, su custodio y protector.
1. Un papá que
vela por ellos
El Papa Francisco en
más de alguna ocasión ha contado que tiene una especial devoción a la
advocación de el “san José durmiente”, imagen bajo la cual él coloca un papel
en donde antes ha escrito sus problemas para que el santo “sueñe” con ellos y
de esta forma pueda encontrar solución. Esto haciendo alusión al pasaje en
donde san José es advertido en sueños que debe tomar a su familia y escapar a
Egipto para preservar la vida de su pequeño hijo.
San José es un padre no solo desde una mirada romántica o
espiritual, sino que vela y sueña cuidando a aquellos que siguen los pasos de
su hijo y se hacen uno con él a través de la vocación al sacerdocio. Así como cuidó el Jesús, sacerdote eterno,
cuidará de todo aquel que siga su llamado.
2. Un justo varón
Cuando hablamos de
justicia, no nos referimos a los tribunales y las leyes, sino que estamos
siendo mucho más cotidianos. Alguien justo es quien tiene un juicio correcto sobre las cosas, que toma
decisiones correctas, prudentes y templadas siguiendo la voluntad de Dios.
El libro de Mateo nos narra que san José, antes de soñar con el
ángel que le indicaría que debía escapar junto a su familia a Egipto, se
comportaba como un hombre justo, quien sabiendo que Santa María esperaba un
hijo que no era de él, pensaba abandonarla pero en secreto, para no exponerla
en evidencia. Una actitud que no muchos tomarían si se ven en una situación
similar.
Seminaristas, futuros sacerdotes, en sus hombros reposará la
confianza de muchos, ya sea en la dirección espiritual, la confesión, la
administración de los sacramentos o la administración de una parroquia u otra
obra eclesial. Ser justos, como san José es un atributo más que necesario para
poder llevar adelante su misión evangelizadora como consagrados siguiendo su
ejemplo.
3. Un hombre
trabajador
Cuando desprecian a
Jesús en su pueblo natal, la descripción inmediata es que es hijo de José, el
carpintero. Jesús mismo es conocido como el carpintero de Nazaret, oficio que
heredó de su padre. Por eso san José es patrono de los trabajadores y obreros.
Pensando en los seminaristas, san José nos inspira a contemplar cómo Jesús ha permeado su propia ocupación de
la misma manera Jesús ha seguido muy de cerca la vocación de su padre terreno.
El Señor es identificado y relacionado con su padre, así de fuerte es la
influencia de san José en Jesús y de Jesús en san josé.
A ejemplo de san José, todos, pero en especial los seminaristas,
deberíamos dejarnos influenciar por su santo ejemplo. El trabajo, el esfuerzo
humilde y silencioso, como un camino de santidad que trasciende, que nos
enaltece y que se refleja en todos los que nos rodean. Seminaristas esforzados,
trabajadores, que gastan su vida siguiendo los pasos de Jesús sirviendo al
pueblo de Dios.
4. Un amante
virginal
Hoy en día no es
difícil establecer una relación entre san José y cualquier joven que se atreva
a abrazar una vida de castidad y celibato. Nadie podría restarle ni un
gramo de masculinidad a san José, sin embargo él no tuvo que demostrar su
virilidad a través de su sexualidad para alcanzar la santidad y ser recordado
en la historia como un hombre ejemplar. Muchos, al hablar de san José en
relación con Santa María se refieren a “su castísimo esposo”.
Alguna vez escuché en una prédica que seguramente la Virgen
María era una hermosa joven, muy atractiva, nada más y nada menos que la
elegida por Dios, por lo que seguro su presencia física era fascinante, en
especial para los hombres. San José, humano y frágil como todos, probablemente
muchas veces habrá tenido que luchar
por mantenerse fiel a los designios de Dios y a la decisión de María. Mantenerse
casto, aunque es una gracia divina, también en su caso debe haber sido una
difícil lucha humana contra su propia carne.
Una lucha que seguro frecuentan muchos seminaristas, quienes tentados, ven los
ideales del Evangelio como algo difícil de alcanzar. San José les inspire y
cuide con su ejemplo de castidad y
rectitud, respetando en todo la voluntad de Dios y siguiendo su vocación.
5. Un hombre espiritual en las decisiones cotidianas
Todas las acciones
que emprende San José en los Evangelios tienen que ver con haber considerado
primero el consejo de Dios, en este caso de su ángel. Cuando el ángel le dice:
«levántate, toma contigo al niño y a su madre y ponte en camino a la tierra de
Israel» (cf Mt 2, 22), San José discierne junto a Dios. No se queda en la
primera ciudad que se cruza en su camino, sino que mirando el riesgo que había
por el reinado de Arquelao, hijo de Herodes, decide irse a la región de Galilea.
Decisiones necesarias y muchas veces obligadas, pero que siempre pasan por el cedazo de la vida espiritual y la comunión con Dios. Aún en medio de los quehaceres académicos y comunitarios, un seminarista debe seguir el ejemplo de san José, siendo un hombre espiritual incluso en las decisiones que parecen ya resueltas. Los frutos de esta práctica tan sana, seguro se verán reflejados cuando ese joven seminarista se convierta en un sacerdote que deba conducir al pueblo de Dios.
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