"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA DÉCIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2) 5 - SEPTIEMBRE - 2020
“Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus
discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el
grano”.
La lectura evangélica que nos ofrece la
liturgia para hoy (Lc 6,1-5) nos presenta a Jesús, un sábado, atravesando un
campo con sus discípulos, quienes arrancaban espigas mientras caminaban y
“frotándolas con las manos, se comían el grano”.
Unos fariseos que observaban la escena les
critican severamente: “¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?” Al
decir eso se referían a la prohibición contenida en Ex 20,8-11 que ellos
interpretaban de manera estricta, considerando la conducta de los discípulos
una transgresión a ese precepto. Los fariseos pretendían utilizar las
Escrituras para condenar a Jesús, pero Jesús, como siempre, demuestra tener un
vasto conocimiento de las escrituras, amén de ser un verdadero maestro del
debate. Eso lo vemos a lo largo de todos los relatos evangélicos. Por eso les
riposta utilizando las escrituras, citando el pasaje en el cual el rey David
hizo algo prohibido, que a todas luces aparenta ser más grave, al tomar los
panes consagrados del templo para saciar el hambre de sus hombres (1 Sam
21,2-7).
Esa observancia estricta del sábado, la
circuncisión, la pureza ritual, fueron fomentadas por los sacerdotes durante el
destierro en Babilonia, para, entre otras cosas, mantener la identidad y
distinguir al pueblo judío de todos los demás. Esto dio margen al nacimiento
del llamado “judaísmo”. Pero en el proceso tales prácticas llegaron al extremo
de controlar todos los aspectos de la vida de los judíos, al punto de
restringir el número de pasos que se podían dar en el sábado, y hasta la forma
de lavar los envases de la cocina. Se trataba de la observancia de la Ley por
la ley misma, por encima de los hombres, por encima de las necesidades humanas
más básicas. Es por eso que Jesús dice: “El Hijo del hombre es Señor del
sábado”, o como dice el paralelo de Marcos: “El sábado se hizo para el hombre y
no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Jesús deja claro que el amor, la
misericordia, están por encima de la Ley. Jesús es Dios, es el Amor.
Dar cumplimiento a la ley no es suficiente.
Como hemos dicho en innumerables ocasiones, la palabra cumplimiento está
compuesta por dos: “cumplo” y “miento”. Estamos llamados a ir más allá. Si
aceptamos que Jesús es el dueño del sábado, y que Él nos invita a seguirle
(como lo hicieron los discípulos en la lectura), todo está también a nuestro
servicio, cuando se trata de seguir sus pasos. De ahí que “el sábado se hizo
para el hombre y no el hombre para el sábado”. Por eso la Ley tiene que ceder
ante el imperativo del Amor y de su resultado lógico que es la misericordia. A
eso se refería Jesús cuando nos dijo “No piensen que vine para abolir la Ley o
los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17).
Señor, “no permitas que los mandamientos y las
reglas de conducta se interpongan entre ti y nosotros, tu pueblo, sino que nos
dirijan suavemente, como buenas educadoras, hacia ti y hacia nuestro prójimo; y
enséñanos a ir más allá de la ley con generosidad y amor servicial”. Por
Jesucristo nuestro Señor, Amén (de la Oración colecta).
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