"Ventana abierta"
Jorge Bucay
EL OSO
Esta historia habla
de un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar descubrió que uno de los botones
de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y
cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder),
así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó
que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie
contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la
casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la
mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayó el sol un
guardiacárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el plato de
comida con la cuchara y mirando al guardiacárcel dijo:
– Pobre del zar.
El
guardiacárcel no puedo evitar reírse.
- ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu
cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana a la mañana.
-
Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un sastre, el
zar perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en el mundo su
propio oso aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?,
preguntó el guardiacárcel sorprendido.
- Un viejo secreto familiar... – dijo el
sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a
contarle al soberano su descubrimiento:
- ¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a
los osos!!
El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y
le ordenó:
- ¡¡Enséñale a mi oso a hablar.
- Me gustaría complaceros pero la
verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y
lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...
-El zar hizo un silencio, y
preguntó:
- ¿Cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno, depende de la
inteligencia del oso... Dijo el sastre.
- ¡¡El oso es muy inteligente!! –
interrumpió el zar – De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de
Rusia.
- Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos
de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos
de...... DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será
suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al oso. ¡Mañana
empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi
cabeza, mañana estarán muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder
sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a
trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.
- Eso no
es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia
estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el
dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso
sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado
en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes,
verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al
sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y
regalos para sus niños.
Ya... ¡¡Fuera!!. El sastre en reverencia y caminando
hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.
- No
olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos años
el oso no habla...
– Alteza...
- ...Cuando todos en la casa del sastre lloraban
por la pérdida del padre de familia, el hombre pequeño apareció en la casa en
el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos. La esposa
del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido
llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...
Cuando
estuvo a solas el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO – chilló la mujer –
enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca,
¡Estás, loco! Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer,
calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo
dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en dos años. En dos años... –
siguió el sastre - se puede morir el zar... me puedo morir yo... y lo más
importante... por ahí el ¡¡oso habla!!
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