"Ventana abierta"
Hace dos años nació en España una fundación que tiene por intención la de encender una sonrisa grande en el rostro de un niño enfermo, tan enfermo que transita por un viaje del que no hay retorno posible.
Esta fundación se acerca al dolor infantil con respeto y pudor. No busca sentimentalismos -comenta Alejandra Vallejo Nájera- tampoco anhela procesar bonitas piruetas que aporten fama o intente aclarar al mundo lo que es, por su propia naturaleza, inexplicable. Simplemente contempla el quebranto de una vida breve con delicadeza y realismo, sabiendo que cada uno de sus niños, soporta, desde hace largo tiempo, demasiado sufrimiento, y a ellos, sólo a ellos, escucha y atiende.
Cuando se pasan horas junto a enfermos terminales, cuando se les escucha de verdad, se percibe que ellos conocen lo próximo que está su final, y también que tienen muy claro lo que desean hacer. No se trata, curiosamente, de antojos complicados o de caprichos inalcanzables. Al contrario de lo que anhelan muchas personas en buen estado de salud, cuyas prioridades suelen edificarse según metas de tipo material, los niños gravemente enfermos comparten el empeño de alimentar afectivamente su más preciada posesión: el poco tiempo que les queda.
Cada uno escoge vivir una experiencia lo más significativa posible, capaz de dejar honda huella en sus emociones y en las de sus seres queridos.
Jaime, por ejemplo, eligió salir del hospital para estar en casa con sus padres, con sus juguetes, su hermano y su perro.
Aunque durante la estancia hospitalaria recibió todo tipo de mimos, lo que Jaime deseaba por encima de ninguna otra cosa era abrir los ojos y ver los de su madre, oler su dormitorio, volver a percibir los ruidos de su hogar; en definitiva, sentirse en paz.
Cristina solicitó regresar a la escuela para celebrar su cumpleaños. Quería sentir de nuevo el placer de jugar, aunque fuese brevemente, con sus compañeros; oir otra vez el zumbido de una fiesta, ponerse su vestido favorito, notarse reina entre los de su clase, percibir el calor de una alegría compartida con quienes ya no podía compartir pupitre.
La Fundación, como tantas otras Fundaciones de carácter humanitario, se enfrenta a un reto generoso y valiente.
Lo hace con el máximo respeto y serenidad, sin olvidar que su meta fundamental es la de levantar una sonrisa en el rostro de quienes más lo merecen. Actúa como catalizadora para compartir y satisfacer una esperanza, para acompañar un sueño y para lograr la conquista del último anhelo.
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