Como soy muy curiosa decidí volver a leer la Biblia.
Algunos relatos me encantaron
y otros para ser sincera, me parecieron raros. Aunque después de un tiempo de mucho ojearla, me paré en seco al llegar a una historia donde Jesús le decía a sus discípulos:
¿PEDID Y OS SERÁ OTORGADO?
¿BUSCAD Y HALLARÉIS?
Mi imaginación desmedida me hizo pensar que aquellas letras
parecían tomar vida.
Seguí leyendo y se volvieron a repetir las mismas palabras.
Algo incrédula pero ilusionada, estuve pensando unos
minutos en lo que podía pedir y al final tomé una decisión...
A la mañana siguiente cuando estaba en la oficina delante
de mi mesa,
vi entrar a mi esposo con cara extraña.
Me miró.
Luego miró hacia la calle y al fin me preguntó:
-¿Qué has hecho?-
-No sé ¿por qué?- le contesté sonriendo.
-Pues ahí fuera hay unos cuantos perros vagabundos...
que parecen hacer cola...
Pensando que tal vez me esperaba una regañina
le dije poniendo cara inocente y mi mejor sonrisa:
-Bueno... pues nada, lo único que hice fue leer la Biblia...
-¿Y? -me preguntó presuroso e intrigado, conociendo mi ?historial? de
antemano.
-Pues decía que si pedía algo, me lo iban a otorgar...
entonces imploré mirando al cielo... un perrito callejero.
-¡Queeeé! ¿Cómo se te ha ocurrido pedir una cosa que abunda tanto
y que no cuesta dinero? Por lo menos hay cinco... -protestó mirando
hacia fuera.
-Bueno, ya lo arreglaré -contesté divertida, mientras él se marchaba
resoplando como los toro de Miura.
De los dieciséis perros que vinieron:
baboso San Bernardo
los pude colocar en varias casas.
Cuatro os contaré luego lo que pasó con ellos
Y los restantes: salía a la calle para asustarles con la escoba en la cabeza, enseñándoles los dientes y gruñendo (sin que nadie me viera, claro)
De los cuatro que quedaron no hubo manera de quitármelos de encima.
Me siguen a mi casa, me esperan en la oficina.
Y por la noche duermen pegados a mi puerta, pero claro, cuando alguno de ellos se rasca, parece como si alguien llamara a la puerta, ¡puff! ¡A las cuatro de la mañana!
Son mi escolta en el coche y me siguen a la velocidad que yo quiera,
a veces adivinan donde voy e incluso me adelantan abriendo camino.
Si he de ser sincera, la Biblia ha sido el más poderoso libro,
porque su efecto es tan duradero que van para seis años de aquello.
Incluso he comprobado que después de arrollarlos cinco veces
(¡Eh, sin querer por cierto!) con las poderosas ruedas de mi carro.
Chillan, se sacuden y luego continúan con la única obligación que parecen
tener grabada con letras de fuego: Perseguir a Dorina.
Ah...la Biblia tiene efecto residual, algunas veces cuando vamos paseando
mi querido esposo y yo, me dice con cara divertida y con cierta ironía:
"Ese perro callejero... te mira".
Aquí os presento los objetos de mis pesadillas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario