"Ventana abierta"
RINCÓN PARA ORAR
SOR MATILDE
DESPUÉS DE HABLARLES,
SUBIÓ AL CIELO
15 Y les dijo: « Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación.
16 El que crea y sea
bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.
17 Estas son las señales
que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en
lenguas nuevas,
18 agarrarán serpientes en
sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y se pondrán bien.»
19 Con esto, el Señor
Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de
Dios.
20 Ellos salieron a
predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la
Palabra con las señales que la acompañaban. (Mc. 16, 15-20)
¿Quién es el que subió al cielo, sino el que bajo del
cielo?: Cristo el Señor, el Dios de cielos y tierra que sostiene todo con su
poder para que exista y no vuelva a la nada de la que salió. Jesús, después de
los días de su vida mortal, subió a la derecha del Padre, por su propio poder.
Él es el Señor, por eso puede hacer estas cosas, que en su gran magnanimidad
nos ha dejado ver y experimentar...
Si se apareció a sus discípulos una vez resucitado, no
fue porque necesitará de nuestra admiración y adoración, sino porque tenía que
encomendar a los apóstoles una misión muy importante para Dios: salvar a todo
hombre que crea en Él y predicar a los incrédulos, para que en todos se
despierte el conocimiento de la obra grandiosa que Él hizo en favor de los hombres:
la Redención y su Salvación… Dios nunca necesitó de nosotros, pero una
dignación de su poder fue la misericordia que ha tenido con todos los hombres
caídos en desgracia por el pecado. Dios no se deleita en vernos caídos, sino
que su Amor le ha hecho abajarse hasta nuestra débil naturaleza y le ha hecho
ensalzarnos llevándonos a Sí y elevándonos hasta la gloria del Padre...
Si pensamos que esto no lo hizo con los ángeles sino con
los hombres, nos debe llenar de estupor y de una muy humilde acción de gracias:
“tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Único, para que no perezca
ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”… Allí, a la
derecha del Padre, Jesús intercede por nosotros, porque no quiere que ninguno
se pierda, sino que todos alcancen la vida eterna...
Jesús es Sacerdote Eterno en favor nuestro y desde el
seno del Padre ha dado dones a los hombres. Y el primer Don es su Espíritu, su
Amor, que hace nuevas todas las cosas. Él nos hace capaces de creer en Jesús,
el Hijo, y ser sus discípulos; Él nos da el bautismo del Espíritu, que de
esclavos por el pecado nos hace libres, hijos de Dios en el Hijo; nos hace
herederos de su gloria y resucitados, ya desde ahora, en la esperanza, para no
morir más y salvar nuestras almas y nuestros cuerpos... ¿Y qué más?: pues nos
lo ha dado todo en Jesús, el Único Amado del Padre por sí mismo, porque Él es
la impronta de su ser...
Y “con mi poder, haréis cosas mayores de las que yo he
hecho”, que dijo Jesús: “Echaréis demonios en mi Nombre; hablaréis lenguas
nuevas, las lenguas del amor múltiple y de la misericordia; y rodeados de cosas
peligrosas no nos harán daño; pasaremos por este mundo incólumes”… Y por fin,
el poder de Jesús, desde nuestras manos, curarán toda dolencia y pecado...
¡Seamos muy agradecidos a Dios y a su magnanimidad en favor de su criatura!...
¡Gracias, gracias Señor!...
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