"Ventana abierta"
DOMINICAS LERMA
¿SABÍAS QUE…
… SANTO DOMINGO RENUNCIÓ AL TERRENO CON QUE TANTO HABÍA
SOÑADO?
Increíble, pero cierto. Después de todo lo que llevamos
suspirando por conseguir la propiedad de la abandonada iglesia de Prulla, por
un extraordinario milagro se la ofrecieron en bandeja… y Domingo va y se niega
a aceptarla. ¿En qué rayos estaba pensando?
Bueno, vamos a ver primero cómo sucedieron las cosas…
Unas semanas después de la llegada de los dos hermanos,
Domingo y los jóvenes habían formado un equipo estupendo. ¡No podía ir mejor!
Nuestro amigo sintió que el Señor le animaba a dar el siguiente paso. ¡Y nunca
mejor dicho! Agarró su bastón de caminante y se dio un agradable paseo de 80 km
hasta Tolosa.
En aquella ciudad vivía el obispo de la zona, un tal
Fulco. Él era en último término el dueño del terreno en el que Domingo quería
construir el monasterio.
Tras recorrer las estrechas callejuelas de la ciudad
disfrutando del sol de la mañana después de una apacible noche al raso, Domingo
encontró la enorme casa del obispo. El portero le recibió cortésmente, aunque
en su rostro se reflejaba cierto asombro por el aspecto del visitante: no es
que llevase un hábito roto, no, pero tampoco iba muy planchado que digamos… En
fin, que estaba pidiendo audiencia para ver al obispo…
Ese buen hombre, que conocía el enorme corazón de Fulco,
supuso que su obispo no se dejaría impresionar por apariencias externas, por
pobres que fueran… así que invitó a Domingo a entrar, asegurándole que avisaría
al obispo de su llegada.
Por supuesto, Fulco no le hizo esperar ni un instante.
¡Y ni siquiera le dejó presentarse! Resulta que había estado presente como
invitado en aquella reunión de abades en Montpellier, donde había comenzado
todo...
Aliviado por la memoria del prelado, Domingo se ahorró
la mitad del discurso que llevaba rumiando durante el viaje. Simplemente le
dijo que, aquel proyecto que presentaron entonces… ¡se estaba haciendo realidad
en Prulla!
Le contó la conversión del grupo de jovencitas, la
llegada inesperada de los dos hermanos, ¡la amistad que había surgido con los
aldeanos, que estaban dispuestos a ayudarles! Fulco se asombraba por momentos.
¡Le parecía estar escuchando un milagro!
Y… claro… llegados a ese punto… Domingo carraspeó...
y... le comentó el problemilla que tenían: necesitaban un terreno. Es más,
tenían puestos los ojos en uno… pero no tenían forma de pagarlo. Y resultaba
que tal terreno pertenecía precisamente al obispo de la zona... Vamos, que era
de Fulco, dicho a las claras.
Se supone que “las cosas de palacio van despacio”, pero
el obispo no se dio ni un minuto para pensarlo. Inmediatamente se puso en pie y
llamó a voces a su secretario: ¡quería redactar inmediatamente un documento
para donar a Domingo la iglesia de Prulla! Después de lo que había oído, ¡no
necesitaba más para saber que era una obra del Señor!
Lo curioso fue que, al instante… ¡¡Domingo comenzó a
suplicarle que no hiciera eso!!
Fulco frenó en seco, sin saber muy bien si su visitante
había perdido la cabeza: ¿¿no había venido para pedirle el terreno??
Domingo reconoció que sí, que eso era lo que quería…
pero que no lo quería para él. En un gesto totalmente extraordinario en esa
época, solicitó al obispo que regalara el terreno… ¡¡a las mujeres!! ¡Domingo
quería que sus chicas fueran las propietarias!
Ellas habían sido el inicio de ese proyecto. Ellas eran
las que iban a vivir allí. Él, simplemente, era un predicador itinerante. No
quería nada más. Si había hecho todo eso, era por ellas.
Ahí ya sí que el obispo alucinaba a todo color… pero, al
mismo tiempo, no pudo evitar sonreír para sus adentros. Esa le pareció la mejor
de todas las pruebas de que era el Señor quien guiaba ese novedoso proyecto.
Y así, esa misma tarde, Domingo comenzó el camino de
vuelta con una enorme sonrisa en los labios y una carta muy especial bajo el
brazo. ¡¡No aguantaba por ver la cara de las chicas cuando se enterasen!!
PARA ORAR
-¿Sabías que… el Señor quiere que hagas brillar a otros?
Parece que, para muchos, el gran objetivo de la vida es
“brillar”: destacar, figurar, ser importantes… Ciertamente, Cristo quiere que
des lo mejor de ti mismo, ¡Él quiere lograr tu mejor versión! Pero, espera…
Cristo no quiere que brilles sin más. ¡Él quiere que
ilumines, que sirvas para ayudar al camino de otros! Porque Jesús sabe que la
verdadera felicidad no está en deslumbrar, sino en amar. Y eso fue lo que Él
hizo: mereciendo todo honor y gloria, se hizo siervo por ti, ¡para darte su
amor, para que nada apague tu brillo!
Cristo te entrega toda su Vida, para que tú también des
vida. Solo cuando amas luces en todo tu esplendor. Porque la mayor felicidad es
la que procuramos a los demás. Eres tú mismo cuando amas, cuando das la vida
por alguien, cuando aceptas quedar en un segundo plano para permitir a otro que
crezca. Y es entonces, cuando sirves, cuando realmente brillas... ¡con una luz
que llena de alegría al Cielo!
VIVE DE CRISTO
Pd: La carta de donación del obispo Fulco se ha
conservado hasta nuestros días, y constituye un documento de vital importancia,
pues es la primera piedra de la Orden de Predicadores. Con esa presentación,
casi me veo obligada a copiar al menos la parte importante, por si quieres imaginar
la cara de nuestras jovencitas, cuando Domingo comenzó a leer en alta voz…
“Sepan todos los presentes y venideros que leyeren u
oyeren leer esta carta, que Nos, Don Fulco, por la gracia de Dios humilde
ministro de la silla de Tolosa, a ruegos del señor Domingo de Osma, para una
obra principalmente de piedad y misericordia, damos y concedemos la iglesia de
Santa María de Prulla y el territorio adyacente a treinta pasos a la redonda,
como se prescribe en el derecho canónico, a las mujeres convertidas… (...)
Hecha en el año del Señor 1206, bajo el reinado de Felipe, rey de Francia”
No hay comentarios:
Publicar un comentario