"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA OCTAVA
SEMANA DEL T.O. (1)
“No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber
el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy
a bautizar?”
La lectura evangélica de hoy (Mc 10,32-45) nos
presenta el tercer anuncio de la pasión de Jesús a sus discípulos. Vemos cómo
cada vez el anuncio se hace más preciso. Hoy lo hace con lujo de detalle:
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a
los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a
los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a
los tres días resucitará”.
Este anuncio se da en el contexto de la primera
“subida” de Jesús a Jerusalén en la narración de Marcos. Además del aspecto
geográfico, vemos en este detalle un significado teológico: Jesús abandona el
mundo pagano y “sube” a Sión para enfrentar su pasión y muerte voluntariamente
aceptadas, para luego resucitar lleno de gloria.
Otro simbolismo: Jesús se les adelanta y los
discípulos le siguen “asustados”. Jesús va enfrentar la culminación de su
misión, y los apóstoles sufrirán su mismo destino: el martirio. Según la
tradición todos, excepto Juan, padecieron el martirio a causa del Evangelio.
No bien había acabado Jesús de hacer su
anuncio, se le acercan Santiago y Juan, todavía con las ideas mesiánicas del
pueblo de Israel en sus mentes, y le piden: “Concédenos sentarnos en tu gloria
uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. En la versión de Mateo, es la madre de
estos quien se lo pide (Mt 20,20-21). De nuevo la ambición de gloria y
privilegio. Jesús destaca la incomprensión de los apóstoles: “No sabéis lo que
pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con
el bautismo con que yo me voy a bautizar?” Ellos siguen sin comprender y le
contestan en la afirmativa.
Jesús, con toda su paciencia les afirma: “El
cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que
yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca
a mí concederlo; está ya reservado”. Beber el cáliz se refiere a asumir la
amargura, el sacrificio, la renuncia (Cfr. Mt 26,39; Lc 22,42), y el bautismo
es sinónimo de sumergirse, dejarse purificar, morir para nacer a una nueva
vida. Les anuncia la suerte que les espera.
Los otros se indignan, no porque creyeran que
la petición de los hijos del Zebedeo fuera impropia, sino porque se les habían
adelantado. No será hasta la Pascua de Jesús que los discípulos comprenderán el
significado de sus palabras.
Jesús aprovecha (¿cuándo no?) para darles (y
darnos a nosotros también) una lección sobre lo que significan autoridad y
servicio: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser
primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que
le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Hagamos examen de conciencia. ¿Tengo tendencia
a dominar o imponer mi criterio sobre otros, más que servir? ¿Ambiciono,
consciente o inconscientemente puestos de honor o reconocimiento?
Ser cristiano significa seguir los pasos de
Cristo. Beber su mismo cáliz y bautizarse en su mismo bautismo. La invitación
es sencilla: “Sígueme”. ¿Te animas?
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