"Ventana abierta"
Rev. D. René PARADA Menéndez -
(San Salvador, El Salvador)
Día litúrgico: Miércoles VIII del tiempo ordinario. Marcos 10, 32-45
Hoy, el Señor nos enseña cuál debe ser nuestra
actitud ante la Cruz. El amor ardiente a la voluntad de su Padre, para consumar
la salvación del género humano —de cada hombre y mujer— le mueve a ir deprisa
hacia Jerusalén, donde «será entregado (…), le condenarán a muerte (…), le
azotarán y le matarán» (cf. Mc 10,33-34). Aunque a veces no entendamos o,
incluso, tengamos miedo ante el dolor, el sufrimiento o las contradicciones de
cada jornada, procuremos unirnos —por amor a la voluntad salvífica de Dios— con
el ofrecimiento de la cruz de cada día.
La práctica asidua de la oración y los sacramentos, especialmente el de la Confesión
personal de los pecados y el de la Eucaristía, acrecentarán en nosotros el amor
a Dios y a los demás por Dios de tal modo que seremos capaces de decir «Sí,
podemos» (Mc 10,39), a pesar de nuestras miserias, miedos y pecados. Sí,
podremos abrazar la cruz de cada día (cf. Lc 9,23) por amor, con una sonrisa;
esa cruz que se manifiesta en lo ordinario y cotidiano: la fatiga en el
trabajo, las normales dificultades en la vida familiar y en las relaciones
sociales, etc.
Sólo si abrazamos la cruz de cada día, negando nuestros gustos para servir a
los demás, conseguiremos identificarnos con Cristo, que vino «a servir y a dar
su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45). Juan Pablo II explicaba que «el
servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte en Cruz, o sea, con el don
total de sí mismo». Imitemos, pues, a Jesucristo, transformando constantemente
nuestro amor a Él en actos de servicio a todas las personas: ricos o pobres,
con mucha o poca cultura, jóvenes o ancianos, sin distinciones. Actos de servicio
para acercarlos a Dios y liberarlos del pecado.
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