"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA
FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE
Hoy, jueves posterior
a la solemnidad de Pentecostés, celebramos la Fiesta de Jesucristo Sumo y
Eterno Sacerdote. Por ello, nos apartamos momentáneamente de las lecturas del
tiempo ordinario para dar paso a las lecturas propias de la Fiesta.
Como primera lectura la liturgia nos ofrece dos alternativas. La primera
de ellas es el “Cuarto canto del Siervo” (Is 52,13-15; 53,1-12). Este pasaje
prefigura la pasión de Cristo y su muerte redentora. Es el que contiene los
versículos que leía el eunuco de la reina Candace de Etiopía (“Como oveja fue
llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así
él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá
hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?”), a quien
Felipe se le acercó y se los explicó, aprovechando para anunciarle la Buena
Nueva de Jesús, luego de lo cual, el etíope pidió ser bautizado (Hc 8,26-40).
Esa imagen del “cordero”, que sin abrir la boca es conducido al matadero,
fue sin duda la que motivó a Juan a referirse a Jesús como el “cordero de Dios”
(Jn 1,36) que quita el pecado del mundo. En este pasaje, profundo en su
contenido y en su significado, encontramos un diálogo en el que participan Dios
y una multitud anónima con la cual podemos identificarnos. Y si leemos y
meditamos el canto, podemos comprender el alcance de la pasión y muerte
redentora de Jesús, que Él mismo constituyó en memorial, “como sacerdote
excelso al frente de la casa de Dios”, mediante la institución de la Eucaristía
(ver la otra lectura alternativa propuesta para hoy – Hb 10,12-23).
La lectura evangélica de hoy es la narración que nos legó Lucas de la
institución de la Eucaristía (Lc 22,14-20). “Con ansia he deseado comer esta
Pascua con vosotros antes de padecer”. Esas palabras de Jesús reflejan su
corazón sacerdotal, su deseo de no abandonar a los suyos. Él había prometido
enviarnos “otro” consolador, “otro” paráclito (Jn 14,16). Se refería a “otro”
consolador porque si bien es cierto que el Espíritu Santo nos acompaña en todo
momento y lugar, Él mismo, Jesús-Eucaristía, es también nuestro consolador.
Para eso instituyó la Eucaristía. Él tenía que padecer su pasión y muerte para luego
ascender al Padre, pero su amor le movía a permanecer entre nosotros. Así que
decidió quedarse Él mismo con nosotros en las especies eucarísticas. De paso,
como Sumo y Eterno Sacerdote, nos santificó legándonos el memorial de su
pasión.
En nuestro bautismo todos hemos sido configurados con Cristo como
sacerdotes, profetas y reyes. Así, ejerciendo nuestro sacerdocio común, cada
vez que participamos de la celebración eucarística, nos ofrecemos a nosotros
mismos como hostias vivas, uniendo nuestro sacrificio al único y eterno
sacrificio ofrecido por Él para nuestra salvación, en una completa oblación al
Padre.
Hoy es también un día para orar por nuestros sacerdotes, para que el Señor les brinde las fuerzas y la perseverancia para ejercer su sacerdocio sacramental, que permite a Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, continuar ejerciendo el suyo a través de ellos.
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