"Ventana abierta"
Purificador, pañito litúrgico para limpiar
En la mesa eucarística todo debe resplandecer. La belleza nos lleva a Dios, resplandor máximo.
El purificador es un pequeño paño rectangular que usa el sacerdote en la Misa para limpiar el cáliz, la patena y sus dedos. También sirve para limpiar la cruz cuando es besada.
Suele tener una cruz o símbolo litúrgico estampada en el centro.
En la primera parte de la Misa (antes del ofertorio), el purificador se coloca entre el cáliz y la patena. Una vez usado, debe tratarse con mucho cuidado hasta que haya sido lavado, porque lo más seguro es que hayan quedado impregnadas las especies consagradas (hostias y/o vino).
Al lavarlo, el primer enjuague lo hace un clérigo a mano, y esa agua usada se la arroja en tierra natural, por si han quedado partículas del Santísimo Sacramento sobre él.
¿Qué se hace con el 'purificador' después de limpiar el cáliz y la
patena tras la misa?
El purificador es un paño cuadrado con el que se limpian el cáliz, la
patena y los dedos del sacerdote después de la consagración y la comunión
Aleluya
Por REDACCIÓN RELIGIÓN
Ha llegado el momento
culmen en la misa. El sacerdote levanta la Hostia y solo se escucha el
silencio. "Este es el sacramento de nuestra fe". Y los asistentes
responden pidiéndole a Jesús que venga. Caminando hacia el cura, haciendo la
fila con respeto, dando cada paso sabiendo que es uno más cerca de Jesús. Él está ahí, en ese cáliz y en esa patena... esperándote.
Todas las partes de la eucaristía tienen un sentido muy concreto, y son muy importantes. Aunque sin duda, el momento álgido es el momento de la consagración y la comunión. Nuestra fe nos dice, que es el preciso instante en el que Dios se hace presente y 'comulga' con nosotros. Y para un cristiano eso es lo más importante que puede ocurrir. En una relación, 'unirnos' al otro, acercarnos a él, recibirle... es la clave; si no puede resultar más difícil.
Tras este punto vital de la Santa Misa -y de nuestra vida- llega el momento de la purificación. No todo el mundo se fija ya que son los instantes posteriores a la comunión, y es un buen momento de silencio para rezar. Pero mientras lo haces, el sacerdote limpia con un paño rectangular, el cáliz, sus dedos y la patena donde ha estado Jesús.
¿Qué pasa después?
La
idea de este acto es que no se pierda ni una sola partícula, y asegurar que Jesús está solo donde tiene que estar: en
nosotros. Por eso es curioso la forma en la que se trata este momento
y también los instantes anteriores. Durante la consagración se pone un
'mantelito' debajo de la copa y la patena, y posteriormente se limpian bien los
elementos de la liturgia. Y después, ¿qué pasa con ellos?
Los purificadores se lavan con agua, a mano y después ese agua se derrama en la tierra de un lugar sagrado. No se trata como si fuera una prenda más y con el fin de limpiarlo, si no que se tiene en cuenta todo el rato, la presencia de Dios en la Eucaristía.
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