"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA
–SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
(B)
“ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a
toda la creación”.
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión
del Señor. En muchos países, como el nuestro, por consideraciones pastorales,
esta solemnidad se celebra el séptimo domingo de Pascua en lugar del jueves de
la sexta semana, que es cuando se cumplen los cuarenta días desde la
Resurrección.
La solemnidad de la Ascensión nos sirve de
preámbulo a la Fiesta de Pentecostés que observaremos el próximo domingo,
cuando se ha de cumplir la promesa de Jesús a sus discípulos antes de su
Ascensión, que leemos en la primera lectura de hoy (Hc 1,1-11): “Pero recibirán
la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos
en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hc
1,8; Cfr. Lc 24,49).
La Ascensión es la culminación de la misión
redentora de Jesús. Deja el mundo y regresa al mismo lugar de donde “descendió”
al momento de su encarnación: a la derecha del Padre. Pero no regresa solo.
Lleva consigo aquella multitud imposible de contar de todos los justos que le
antecedieron en el mundo y fueron redimidos por su muerte de cruz. Las puertas
del paraíso que se habían cerrado con el pecado de Adán estaban abiertas
nuevamente.
San Cirilo de Alejandría lo expresa con gran
elocuencia: “El Señor sabía que muchas de sus moradas ya estaban preparadas y
esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida:
preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del Cielo,
abriendo el camino que antes era intransitable para nosotros. Porque el Cielo
estaba cerrado a los hombres y nunca ningún ser creado había penetrado en este
dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este
sendero hacia las alturas. Ofreciéndose Él mismo a Dios Padre como primicia de
los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al
cielo. Él fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así,
pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros este camino nuevo y vivo:
‘ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su
carne’ (Hb 10,20)”.
El Evangelio de hoy nos presenta lo que parecería
ser la “conclusión” del relato evangélico de Marcos (Mc 16,15-20), pero que en
realidad es el “comienzo” de la historia de la Buena Noticia del Evangelio: “ld
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Estas palabras,
pronunciadas por Jesús justo antes de su gloriosa ascensión, le imprimen a la
Iglesia su talante misionero. Nos dice la lectura que inmediatamente Jesús se
fue al cielo y los apóstoles “se fueron a pregonar el Evangelio por todas
partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los
acompañaban”.
Ahora que el Resucitado vive en la Gloria de
Dios Padre, pidámosle que envíe sobre nosotros su Santo Espíritu para que, al
igual que los apóstoles, tengamos el valor para continuar su obra salvadora en
este mundo para que ni uno solo de sus pequeños se pierda (Mt 18,14).
Que pasen un hermoso fin de semana.
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