"Ventana abierta"
Quinto Domingo de Pascua
Mons. Bittschi:
YO SOY LA VID VERDADERA Y MI PADRE ES EL VIÑADOR
Por Pamela Arnez
Queridos oyentes, las lecturas y el Evangelio de este Domingo de Pascua contienen como tema principal la UNIDAD. Los discípulos de Jesús que seguirán con la misión del Hijo de Dios deben vivir en la comunión con Cristo y por Cristo con el Padre, y a ejemplo de Dios guardar la unidad entre ellos. El lazo que une a Dios también unirá a los discípulos y es el Espíritu Santo, el AMOR de DIOS en persona.
La primera lectura de los HECHOS de los APÓSTOLES relata la incorporación de Saulo convertido por el mismo Señor en la comunidad de los Apóstoles. Aquel tiempo “la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría… progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el ESPÍRITU SANTO”.
El Salmo responsorial proclama también la UNIDAD al cantar: “volverán al Señor hasta de los confines de la tierra; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos”.
La segunda lectura de la primera Carta del Apóstol San Juan anima a amar “con obras y según la verdad” recordando el mandamiento de Dios: “que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio”.
El EVANGELIO retoma la palabra clave PERMANECER. Jesús desarrolla la COMUNIÓN
de los discípulos con Él usando la imagen de la VID y de las RAMAS. La viña era
conocida en la Tierra Santa y descrito muchas veces en la Sagrada Escritura.
Esta vez Jesús compara al viñador con su Padre celestial, Él mismo es la vid o
parral y las ramas son sus discípulos. Las ramas unidas a la vid producen un
milagro: reciben la savia de la vid y la transforman en las uvas. Así unidos al
parral, las ramas producen uno de los más dulces frutos para comer o también
para exprimir y hacer fermentar el vino, la bebida “que alegra el corazón”
(Salmo 104,15). Jesús, comenzando en la Última Cena, transforma el vino en cada
eucaristía en su Sangre preciosa por obra del Espíritu Santo, la oración del
sacerdote legítimamente ordenado y permaneciendo en comunión con el Obispo y el
Papa. La multitud de las uvas unidas en el cáliz representa la unidad de los
discípulos. Para tener el vino las uvas deben ser trituradas como Jesús en su
Pasión y Muerte.
El trabajo del VIÑADOR, Dios Padre en esta imagen, consiste en podar las ramas
que producen, y cortar las ramas secas, recogerlas y echarlas al fuego. La poda
es dolorosa pero necesaria para poder producir fruto. Así las cruces en nuestra
vida, dolor corporal o espiritual, fracasos, decepciones, rechazo, falta de
comprensión, soledad, lágrimas son parte de nuestra vida del que Dios sabe
sacar fruto.
Jesús, la verdad en persona, dice bien claro que hay dos posibilidades: producir fruto o ser echado al fuego y quemado. La decisión es de cada uno, pero con nuestras oraciones y sacrificios podemos interceder. “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá” (v. 7).
El Papa Francisco pide que en este mes de mayo toda la Iglesia pueda invocar la
intercesión de la Bienaventurada Virgen María para el fin de la pandemia y, de
manera particular, invita a elevar súplicas por los más afectados. Oremos con
el Papa: Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las
súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo
peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita! Amén. Meditemos también cada
día el SANTO ROSARIO y pidamos por la conversión de todos los pecadores y
sigamos orando por las familias y las vocaciones y por nosotros para PERMANECER
EN CRISTO, porque esto es indispensable para producir fruto. “El que permanece
en mí y yo en él, ese da mucho fruto”. Jesús nos da la garantía que nuestra
vida es fructífera y tiene sentido si nos entregamos en sus manos y nos dejamos
guiar por el Espíritu de Dios. No importa si no podemos ver los frutos o parece
un fracaso como la vida del mártir Pedro Chanel, que celebrábamos el miércoles
pasado, o de padres de familia que se esforzaron en educar a sus hijos, hoy
alejados de Dios. Sus obras de caridad, las oraciones y los sacrificios traen
su fruto.
El fruto que Dios espera de nosotros según el Evangelio de hoy es la UNIDAD en
la familia, en la Iglesia, en la Patria y también en nuestro corazón. El lazo
que nos quiere unir con Dios y entre nosotros es, como les dije al inicio, el
Espíritu Santo, el AMOR de DIOS en persona. En dos semanas celebraremos su
fiesta, PENTECOSTES. Les invito ya ahora invocar al Espíritu Santo cada mañana
para iniciar nuestro día, nuestra oración y trabajo con su luz y su entusiasmo.
El Papa declaró este año un AÑO SANTO en honor a SAN JOSÉ, el custodio de las
vocaciones, y también AÑO SANTO de la FAMILIA. Para conseguir las indulgencias
hay que confesar, comulgar y rezar por la Iglesia y el Papa. El Evangelio es
alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición de Dios: del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les siga acompañando en
este tiempo de la PASCUA. El Señor ha resucitado. Aleluya. Aleluya.
Mons. Adolfo Bittschi
Obispo Auxiliar de Sucre
Obispo resp. de Misiones CEB
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