"Ventana abierta"
La Buena Semilla
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para
dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
Isaías 49: 15
Por este niño oraba, y el Señor me dio lo que
le pedí.
1 Samuel 1: 27
Ella es su madre
Leer 1 Reyes 3: 16-28
El rey Salomón era conocido por su sabiduría.
Un día dos mujeres fueron a él con sus hijos recién nacidos, uno estaba vivo y
el otro muerto. Cada una decía que el bebé vivo era suyo. ¿Cómo saber quién
decía la verdad? Salomón pidió que le trajesen una espada y ordenó partir al
niño vivo en dos, para luego dar la mitad a cada una de ellas. Una aceptó sin
vacilar, pero la otra suplicó que no matasen al niño y que mejor se lo dieran a
la otra mujer, pues no podía soportar que mataran a su bebé. Entonces Salomón
declaró: “Ella es su madre”. El amor maternal de esa mujer permitió reconocerla
como la verdadera madre.
El amor materno viene de Dios. Él, el Creador,
fue quien puso en el corazón de una madre esa ternura natural. Reconoce su
valor, aprueba este amor y siempre lo tiene en cuenta.
Madres cristianas, fue Dios quien les dio a sus
hijos; la ternura con la que los rodean tiene gran valor para él. ¿Tienen un
hijo que les preocupa? Diríjanse a Dios para confiárselo con fe. Él sabe qué
cuidados maternales necesitan sus hijos desde su nacimiento. Su oído siempre
está atento a las súplicas y a las lágrimas de una madre. ¿Quién podrá orar
mejor por su hijo que una madre? Y si la madre no ora por su hijo, ¿quién lo
hará?
Orar por nuestros hijos es un deber, una
responsabilidad, pero también un privilegio y un inmenso recurso.
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