"ventana abierta"
El Ángel de Fátima y la Eucaristía
(3a. Parte)
Opus Angelorum
Unión con DIOS
En tiempos de la tercera aparición del Ángel de Portugal, en otoño de
1916, los tres pastorcitos habían progresado considerablemente en la vida
espiritual, con certeza el Ángel en esto fue para ellos una gran ayuda. Pero
todas las inspiraciones y auxilios del Ángel no sirven para nada, si tales
granos de semilla de la gracia no caen sobre el suelo fértil de corazones
buenos y generosos. Extraordinariamente admirables eran la magnanimidad y
perseverancia de los tres niños. Antes de las apariciones, en su ansia de juego
y su falta de ánimo para la oración, reducían el rezo del Rosario a 50 breves
jaculatorias: “DIOS te salve, MARIA”, “Santa MARIA”. Sin embargo, después de
las apariciones empezaron a rezar el Rosario completo y a recitar por horas
enteras la oración: “DIOS mío, yo creo…” Incluso llegó a suceder que Francisco
tenía que llamar la atención de Lucía y Jacinta, porque ya oscurecía y debían
llevar las ovejas a la casa antes de que se hiciera de noche.
Después de la segunda aparición del
Ángel, en la cual les instruye sobre el gran valor de la penitencia y del
sacrificio, los pastorcitos se familiarizan con los
misterios de esta ciencia del amor. Ellos descubren
inmediatamente que los niños pobres de la aldea con gusto aceptaban su
almuerzo, cuando llevaban juntos las ovejas a pastar. Aprenden que también se
puede vivir de bellotas y raíces de flores silvestres, lo que es un cinturón de
penitencia y lo que significa la intercesión por los pecadores. Se hallan
plenos de un amor ardiente y, por eso, generoso hacia DIOS.
De hecho, los tres niños pastores nos
maravillan, especialmente cuando se toma en cuenta que las visitas del Ángel
eran escasas y de breve duración. Tenemos una tendencia -así parece- a
considerar la vida mística como una convivencia frecuente, dulce y confiable
con DIOS. Es indiscutible que la vida espiritual tiene su principio con el
dichoso descubrimiento de cómo DIOS es bueno y cómo nos ama, a cada uno en
forma personal. Pero este agradable descubrimiento es tan sólo la primera parte
(del amor), a esto debe agregarse un amor perfecto, que consiste en el firme
propósito de cumplir con la voluntad de DIOS y de glorificarle en todo.
Ésta fue la voluntad, iluminada por las
tres virtudes teologales, actuante en y a través de ellos, que llevó a los
pastorcitos a una confianza y unión tan íntimas con DIOS, y que les permitió
penetrar en las profundidades del misterio de la Cruz.
En aquel tiempo entonces, la Madre de
DIOS ya había entrado profundamente en sus vidas y les ofrece, según su
capacidad de tomarlas, otras gracias extraordinarias. De hecho, la Santísima
Virgen al iniciar sus apariciones el 13 de mayo, primero les pregunta:
“¿Quieren ofrecerse a DIOS, soportando todos los sufrimientos que les enviará,
como expiación por todos los pecados con los que ÉL es ofendido y, pidiendo
así, por la conversión de los pecadores?” -“¡Sí, lo queremos!”, es su
respuesta. A lo que Ella contesta: “Entonces tendrán que sufrir mucho, pero la
gracia de DIOS será su consuelo y su fuerza”. Definitivamente su Inmaculado
Corazón quiso ser para ellos un refugio seguro y una fuente desbordante de
gracias, fortaleza y consuelo. Para la Medianera de las gracias también fue
inolvidable la forma singular en la que había entrado la gracia divina en su
propia vida, en el momento de la anunciación a través del Arcángel Gabriel. Con
certeza ésta era la razón por la que envío un Ángel a los pastorcitos, para
prepararlos a su misión, así como Ella misma había sido preparada. Tanto las
palabras de San Gabriel a MARÍA como el consentimiento amoroso de la Santísima
Virgen a la voluntad de DIOS: “¡Hágase en mí según tu palabra!”, encuentran su
mayor cumplimiento en que la PALABRA se encarne y se haga hombre en su seno.
Con su tercera y última visita, el Ángel de Portugal les lleva en forma
sacramental la misma PALABRA de DIOS hecha Carne a los tres pastorcitos. DIOS
se hizo hombre, para que así podamos unirnos con ÉL en el Santísimo Sacramento.
La tercera aparición:
La Eucaristía y la “Santísima
TRINIDAD”
El Santísimo Sacramento es la llave
para la tercera aparición del Ángel, quien de nuevo aparece ante los niños
cuando estaban fuera y cuidaban de sus ovejas. A pesar de eso, habían
encontrado tiempo para rezar el Rosario y la oración del Ángel. ¿Qué le había
faltado al Ángel anunciarles? Ya les había enseñado cómo rezar y que debían
expresar su amor por medio del sacrificio. Y ellos eran extremadamente
generosos en el orar y sacrificar. Pero, ¿quién puede sobrepasar a DIOS en
generosidad? Todo lo que ÉL nos da y nos quita en esta vida, esta relacionado
con aquella entrega perfecta a su propia Persona, la cual pregustamos primero
en elSantísimo Sacramento.
Cuando el Ángel aparece en “Loca do
Cabeço”, “sostenía un cáliz entre sus manos, sobre éste una Hostia, de la cual
fluían gotas de Sangre que caían dentro del cáliz”. El Ángel deja flotando en
el aire el cáliz y la Hostia y se postra en el suelo con los niños, rezando
tres veces la siguiente oración:
“Santísima Trinidad, PADRE,
HIJO y ESPÍRITU SANTO, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor JESUCRISTO, presente en todos
los tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con que ÉL mismo es ofendido. Por los méritos infinitos de su
Santísimo Corazón y por la intercesión del Inmaculado Corazón de MARIA, os pido
la conversión de los pobres pecadores”.
Enseguida el Ángel se levanta, toma la
Hostia y la da a Lucía, en cuanto que a Jacinta y a Francisco les da a beber el
contenido del cáliz. Al hacer esto dice: “Reciban el Cuerpo y beban la
Sangre de JESUCRISTO, que tan horriblemente es ofendido por los hombres
ingratos. ¡Expíen por sus pecados, consuelen a su DIOS!” Luego
se postra una vez más con los niños en el suelo, repite tres veces la oración a
la Santísima Trinidad y desaparece.
Así como la primera oración: “DIOS mío, yo creo …” es un resumen de toda la
Ley y de los Profetas, pues muestra, en forma de oración, una expresión
perfecta del amor a DIOS y al prójimo, así la nueva oración: “Santísima
Trinidad …” es una compilación de todo el Nuevo Testamento, que consiste en la
revelación de la Santísima Trinidad y en la muerte en la Cruz del HIJO de DIOS
hecho hombre. Su muerte nos es presentada diariamente en el Santo Sacrificio de
la Misa y en la Santa Comunión.
Las oraciones del Ángel sintetizan la
doctrina esencial de la Antigua y de la Nueva Alianza; son, en su fundamento,
oraciones bíblicas.
La oración a la Santísima Trinidad
sirve muy bien como preparación para la recepción de la Santa Comunión y
también como acción de gracias luego de recibirla. Los sacramentos de CRISTO,
de modo eficaz, suscitan gracias en todos aquellos que los reciben con recta
intención. Pero esta apertura para los sacramentos es distinta en cada persona,
lo que explica porqué tanta gente que año tras año recibe la Sagrada Comunión,
aún así, no llega a la santidad: porque colaboran en poca medida con la gracia
y no se preparan adecuadamente para la venida de CRISTO a su alma. Si rezásemos
esta oración u otras oraciones formuladas semejantes, junto con nuestro Ángel
de la Guarda, sin duda tendríamos mayor provecho espiritual de nuestras Santas
Comuniones y, si rezásemos más por los otros, ellos recibirían a su vez gracias
más ricas para poder responder a los Sacramentos de CRISTO con más
magnanimidad.
Cómo es triste que en muchas almas el
momento de la Comunión pase en cuanto degluten la Hostia. En vez de hablar
íntimamente con JESUS en su corazón, ven curiosamente lo que sucede dentro de
la iglesia, miran hacia el reloj y, tan pronto como termina la Misa, corren
hacia el estacionamiento. Aquí nos enseña el Ángel a dar a DIOS una acción de
gracias adecuada. Una tradición de la Iglesia nos recomienda permanecer en
acción de gracias, por lo menos, unos 15 minutos. San Alfonso María de Ligorio
recomendaba a los sacerdotes hacer una hora de acción de gracias después de la
Misa. El tiempo en el que tenemos a nuestro DIOS, JESUCRISTO, exclusivamente
para nosotros en “audiencia privada”, es innegablemente el tiempo más valioso
de nuestro día. Si los hombres ya no saben aprovechar bien Su presencia
eucarística en sus corazones, difícilmente se podría suponer que puedan
encenderse en un gran amor a DIOS en otras ocasiones.
La misión del Ángel: llevarnos
a DIOS
La misión del Ángel es llevarnos a DIOS y al lugar que ÉL nos preparó. DIOS está presente en el Santísimo Sacramento con Cuerpo y Sangre, con Alma y Divinidad, en cada tabernáculo de la tierra. CRISTO, el VERBO encarnado de DIOS, asume las formas de pan y vino para poder entrar en nosotros como alimento y para ser así nuestra vida y nuestro camino hacia el PADRE.
En todo esto, el Ángel es un amigo rico en ayuda, un mensajero y mediador enviado por DIOS, que debe llevar a las almas a esta unión personal con ÉL y formarlas en la magnanimidad del amor. El Ángel es como un segundo Juan Bautista, que se alegra cuando escucha la voz del novio JESUCRISTO, cuyo camino preparó y ante cuya presencia en el alma se retira reverentemente.
La vida espiritual consiste esencialmente en el crecimiento
en la unión con DIOS. Una fe que actúa a través del amor es la llave para la
santidad. Todo lo demás es de segunda importancia. Existe la tentación de
pensar: “¡Oh, si yo también tuviera tales visiones celestiales y apariciones,
entonces seguro que sería un santo!” Pero ni las visiones ni apariciones
extraordinarias hacen brotar a los santos, sino, sólo y únicamente, aquella
colaboración misteriosa de nuestra libre voluntad con la gracia de DIOS. La
Divina Providencia nos invita a todos a la santidad y nos regala a cada uno las
gracias y medios para el logro de este gran fin. La imitación de CRISTO, de su
Madre y de los santos es el camino más seguro hacia el Cielo. Cuando DIOS
interviene en nuestro mundo proféticamente, como lo hizo en Fátima a través del
Ángel y de MARIA Santísima, no debemos olvidar que ÉL, como DIOS, siempre está
entre nosotros en todo lo que pensamos y hacemos.
Estar entre nosotros en forma divina, no bastó a la urgencia
de su amor, ÉL también quería estar siempre en medio de nosotros con su
humanidad. En cada sagrario del mundo ÉL se encuentra presente con Cuerpo y
Sangre, con Alma y Divinidad, -amándonos, esperándonos y anhelando nuestro amor
que le corresponda. La tercera aparición del Ángel es una gran demostración de
este amor de nuestro SEÑOR. ÉL no sólo quiere permanecer en el tabernáculo, nos
quiere visitar y habitar en nuestro corazón.
Siglos de jansenismo contribuyeron para que los corazones de
los hombres se hayan hecho fríos. Pocos se atrevían aún recibir la Santa
Comunión con frecuencia. Frente a la insistencia parcial de la majestad de
DIOS, los hombres olvidaron lo que el Papa Pio X con tanto tino expresaba: “El
deseo de CRISTO y de la Iglesia de que todos los fieles se acerquen diariamente
al santo banquete, está dirigido con el fin preferente de que los fieles unidos
con CRISTO por el Sacramento, obtengan de Él la fuerza para resistir a sus
pasiones sensuales, para limpiarse de las manchas de sus caídas diarias y, para
evitar aquellos pecados que más abaten y a los que la debilidad humana se
inclina, -de modo que el principal objetivo no es que se le guarde al SEÑOR la
honra y reverencia debidas, o que la Santa Comunión sea administrada como
reconocimiento o recompensa por las virtudes de los que la reciban. De ahí que
el Concilio de Trento llama a la Eucaristía ‘el medio de salud por el que somos
librados de nuestras faltas diarias y guardados del pecado mortal’” (Pio X,
Sacra Tridentina Synodus, 20 de diciembre de 1905). Estas palabras del Papa Pio
X nos ayudan a llegar a una comprensión más profunda sobre la razón por la que
el Ángel, después de sus enseñanzas sobre la oración y sobre el sacrificio como
medio para obtener el perdón de los pecados, lleva a los niños el Santísimo
Sacramento del Altar, que es el Sacramento perfecto de la salud. El Ángel, al
darles a los niños el Santísimo Sacramento del Altar, les da también una
enseñanza profética sobre Su posición en nuestra vida espiritual. Queremos
esclarecer brevemente algunos puntos importantes.
La Primera Comunión de
Francisco y Jacinta
Aquí no se trata solamente de una intervención extraordinaria
del Ángel al administrar la Santa Comunión a los niños -otros personajes en la
historia de la Iglesia, como San Luis de Gonzaga, también recibieron la Santa
Comunión por medio de un Ángel-, sino que en este caso, él da su primera Santa
Comunión a Francisco y Jacinta. ¿Por qué hace esto el Ángel? Lucía ya había
hecho su Primera Comunión el año anterior. Apenas se lo permitieron, -a pesar
de que se sabía el Catecismo mejor que todos los otros niños-, porque se tenía
la opinión de que ella, con seis años, era muy joven aún para eso.
Siete años antes, el santo Pio X había ordenado que los niños
que habían alcanzado el uso de la razón (con más o menos siete años) debían ser
admitidos a la Primera Santa Comunión. Pio X demostró que eso debía ser la
voluntad de CRISTO: “Dejad que los niños vengan a Mí, ¡no se lo impidáis!
Porque de los que son como ellos es el Reino de DIOS” (Mc 10,14). De cualquier
modo, este decreto no era nuevo, que los niños comulgaran era ya practicado en
la Iglesia antigua. El cuarto Concilio de Letrán (1215) y, más tarde también,
el Concilio de Trento, enseñaron que se debía permitir la recepción de la Santa
Comunión a los niños que hubiesen llegado al uso de la razón. La aparición del
Ángel fue una señal de la urgencia del Cielo, de que la hasta entonces negada
Comunión para los niños (¡siete siglos, desde 1215 hasta 1916!), ahora, al
iniciar el siglo XX, debía ser introducida y realizada por el camino más
rápido. Era un gran deseo del Papa Pio X que los niños no se vieran privados
del tierno amor de CRISTO en la Santísima Eucaristía, porque entonces
“despojados de este fuerte auxilio y rodeados por múltiples tipos de
tentaciones, perderían su inocencia y podrían caer en malas costumbres ya antes
de recibir la Primera Comunión.” (Cfr. Quam Singular,
1910).
De modo profético el Ángel ejecuta el decreto papal, invitando a Jacinta y a Francisco a recibir su primera Santa Comunión en una edad tan tierna.
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