Ventana abierta
Leonardo Molina García S.J.
Segundo Domingo de Pascua - B
(Juan 20,19-31)
José Antonio Pagola
NUEVO INICIO
Aterrados por la
ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo
están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío
que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas
de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién
seguirán ahora?
Está anocheciendo en Jerusalén y también
en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo
se va apoderando de todos, pero no tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo.
Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa
en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin
Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?
El evangelista Juan describe de manera
insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús,
lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo
en el centro de su comunidad. Así ha de ser para siempre. Con él todo es
posible: liberarnos del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la
evangelización.
Según el relato, lo primero que infunde
Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna
queja ni reprobación. Solo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento
creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán
colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre
ha encomendado a Jesús.
Lo que necesita hoy la Iglesia no es solo
reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en
nuestras comunidades un «nuevo inicio» a partir de la presencia viva de Jesús
en medio de nosotros. Solo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Solo él
puede impulsar la comunión. Solo él puede renovar nuestros corazones.
No bastan nuestros esfuerzos y trabajos.
Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del
miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos
para abrir las puertas y ser capaces de compartir el evangelio con los hombres
y mujeres de nuestro tiempo.
Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es solo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.



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