"Ventana abierta"
Web católico de Javier Olivares
Conserva
tu tenedor
Una mujer, a quien le habían diagnosticado una
enfermedad terminal y le habían dado tres meses de vida estaba poniendo sus
cosas "en orden". Le pidió al sacerdote que fuera a su casa para
discutir ciertos aspectos de sus deseos finales. Le dijo qué canciones quería
que cantaran en su funeral, qué lecturas le gustaría que leyeran y con qué
ropas querría ser enterrada. También pidió que la enterraran con su Biblia
favorita. Cuando el sacerdote estaba preparándose para irse, de pronto la mujer
recordó algo muy importante para ella y dijo: "hay una cosa más".
"¿Qué es?", preguntó el sacerdote. "Esto es muy
importante", continuó la mujer, "quiero que me entierren con un
tenedor en la mano derecha".
El sacerdote se quedó parado mirando a la mujer
sin saber qué decir.
- "Esto le sorprende, ¿no?", dijo la
mujer.
- "Bueno, para ser honesto, estoy
extrañado por su petición", dijo el sacerdote.
La mujer explicó: "recuerdo que en todos
los años de concurrir a comidas en la iglesia, cuando se retiran las fuentes
del plato principal, alguien inevitablemente dice "conserva tu
tenedor". Era mi momento favorito porque sabía que algo mejor venía...
como torta de chocolate o pastel de manzana, algo maravilloso y sustancial. De
modo que quiero que la gente me vea en mi ataúd con un tenedor en la mano y
quiero que pregunten: "¿Para qué es el tenedor?". Entonces quiero que
por favor les diga: "Conserva tu tenedor.... aún falta lo mejor."
"Los ojos del sacerdote se llenaron de
lágrimas de alegría cuando se despidió de ella. Sabía que era una de las
últimas veces que la vería antes de morir. Pero también sabía que la mujer
entendía mejor que él lo que era la Gloria. Ella sabía que algo mejor venía.
En el funeral, la gente que se acercaba al
ataúd veía el vestido que más le gustaba, su Biblia favorita y el tenedor en la
mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchaba la pregunta "¿Para qué
es el tenedor?" y él sonreía. Durante su mensaje, el sacerdote les contó
la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir.
También les contó sobre el tenedor y lo que simbolizaba para ella; les contó
cómo él no podría dejar de pensar en el tenedor y quizás ellos tampoco podrían
hacerlo. Tenía razón.
De modo que la próxima vez que tomes un tenedor, deja que te recuerde muy suavemente que aún falta lo mejor.
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