"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Isabel Orellana Vilches
¿QUERENCIA POR LA MUERTE? LA
RESPONSABILIDAD EN QUIEBRA
Lamentablemente el negacionismo se ha
convertido en el santo y seña de ciertos colectivos. Y la realidad, la verdad,
los hechos constatados van y vienen al arbitrio de quien los juzga. Nada nuevo.
Puro relativismo y un reduccionismo generado por intereses diversos. Por
ejemplo, no conviene admitir el Holocausto y se censura. Resulta incómodo
reconocer otras graves tropelías y se suavizan y se justifican. El siguiente
paso es negar que sucedieron. Y lo más reciente: rechazar la idea de que un
virus está castigando al mundo entero. Por supuesto quien se empecina en
defender esta absurda tesis sin fundamento, se opondrá a respetar todo
protocolo encaminado a protegerse. De ahí el que se ponga en solfa el uso de
las mascarillas y mantener la distancia social.
La cuestión es que el peligro de ciertas modas,
como esta, no se circunscribe únicamente a quien las sostiene. Lo grave es que
la irresponsabilidad compartida tiene un efecto boomerang en
otras personas que ven puestas en riesgo sus vidas, incluso la pierden. Ya no
son solamente los ancianos; el virus no es selectivo, ataca a todos aunque
algunos sean más vulnerables.
Esos grupos que se reúnen para seguir
alimentando el vacío interior que les anima quebrantando las indicaciones que
las autoridades están dando para controlar la situación ¿es que tienen
querencia por la muerte? En todo caso, no debe ser la suya a menos que busquen
el suicidio. Y que fenezcan los demás parece que tampoco les importa, de lo
contrario no se explica la falta de consideración con los sanitarios que están
de nuevo al borde de la extenuación. Esta realidad social que siembra amargura
en toda persona con sentido común, y que causa al tiempo la natural
indignación, ¿también hay que negarla? Y la responsabilidad personal, ¿dónde se
la deja? ¿Tan asfixiante les resulta su existencia que necesariamente han de
llenarla con desatinos? ¿No se puede vivir sin botellón o celebraciones que
incumplen las normas?
Por fortuna, no todos los ciudadanos son tan
inconscientes. Muchísimas personas temen al contagio, les horroriza ver cómo se
cierran negocios, cómo se pierden puestos de trabajo, cómo se va entrando en un
escenario de miseria y cómo se van engrosando las filas de los ataúdes, sin
haber hallado una válvula de escape para huir de esta pandemia.
Pero no cerremos los ojos a la realidad. Sin
una educación consistente, que enseñe el respeto, el valor de establecer esos
límites que van a mostrar lo que es correcto y lo que no lo es desde la
infancia, descubrir el alcance de la verdadera libertad que culmina con el
reconocimiento de la ajena, y que por tanto no podemos hacer lo que nos venga
en gana cuando nos parezca, no habrá modo de construir una sociedad
verdaderamente desarrollada. El progreso no está solamente en las tecnologías.
Reside en lo que cada uno está dispuestos a realizar en bien de los demás
aunque eso cueste sacrificios. Somos sujetos de derechos y deberes. Y aunque
este declive de la responsabilidad discurra parejo a un tiempo en el que la
licencia para muchas acciones indeseables parece ser gratuita, la situación
puede revertirse con los mecanismos que existen. Y, fundamentalmente, vuelvo a
reiterar, en la actitud personal que adoptemos. O por decirlo con otras palabras:
«La protección de nuestro mundo se encuentra en el corazón humano, en el
pensamiento humano, en la responsabilidad humana» (Vaclav Havel).
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