"Ventana abierta"
¿Adviento?
Leonardo Molina García
EL ADVIENTO ES FICCIÓN, ÉL VIENE
EN CADA INSTANTE (Mc 13,33-37)
Fray Marcos
Estamos en el primer día del Nuevo Año litúrgico. Comenzamos con el Adviento, que no es solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida.
Mucho menos prepararnos para la última,
que solo es una gran metáfora. Lo importante es descubrir que está viniendo en este instante.
Todo el AT está atravesado por la promesa
y por la espera. Según el relato bíblico, Dios les va prometiendo lo que ellos en cada momento más
ansían. A Abrahám, descendencia; a los esclavos en Egipto, libertad; a los
hambrientos en el desierto, una tierra que mana leche y
miel; cuando han conquistado Canaán, una nación fuerte y
poderosa; cuando están en el Exilio, volver a su tierra;
cuando destruyen el templo, reconstruirlo; etc. En el AT siempre les promete cosas terrenas porque es lo único que ellos esperan.
Jesús promete algo muy distinto: He
venido para que tengan Vida y la tengan abundante.
Según el AT Dios les puso la zanahoria
delante de las narices o el palo en el trasero para hacerles caminar según su voluntad. Tomado al pie de
la letra sería ridículo. Dios no hace promesas para el futuro, porque ni
tiene nada que dar ni tiene futuro. Las promesas de Dios son
hechas por los profetas, como una estratagema, para ayudar al
pueblo a soportar momentos de adversidad, que ellos interpretaban como
castigo por sus pecados. Nada de lo que anunciaron los profetas se
cumplió en Jesús. Gracias a Dios, porque todos los textos están encaminados hacia una salvación de seguridades
materiales. Hoy podemos entender aquellas imágenes como
metáforas de la verdadera salvación.
La clave del relato evangélico está en la
actitud de los criados. Nos quiere decir que Dios está siempre viniendo. Él es “el que viene”. La
humanidad vive un constante adviento, pero no por culpa de un
Dios cicatero que se complace en hacer rabiar a la gente
obligándola a infinitas esperas antes de darle lo que ansía. Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o
soñando con logros superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad
la existencia.
Todo lo que espero de Dios, lo tengo ya
dentro de mí.
Vigilad. Para ver no solo se necesita
tener los ojos abiertos, se necesita también luz. No se trata de contrarrestar el repentino y nefasto
ataque de un ladrón. Se trata de estar despierto para
afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se trata de vivir
a tope una vida que puede transcurrir sin pena ni gloria.
Si consumes tu vida dormido, no pasa nada.
Esto es lo que tenía que aterrarte; que pueda transcurrir tu existencia sin desplegar las
posibilidades de plenitud que te han dado.
La alternativa no es salvación o
condenación. Nadie te va a condenar. La alternativa es o plenitud humana o simple animalidad.
Pues no sabéis cuándo es el
‘momento’. En griego hay dos palabras que traducimos al castellano por “tiempo”: “kairos” y “chronos”.
Chonos significa el tiempo astronómico, relacionado
con el movimiento de los cuerpos celestes.
Kairos sería el tiempo psicológico, el
momento oportuno para tomar una decisión. Por no tener en cuenta esta sencilla distinción, se han
hecho interpretaciones descabelladas. En el evangelio que acabamos de
leer, se habla de kairos. Naturalmente que el hombre, como criatura se
encuentra siempre en el chronos, pero lo verdaderamente importante para él es
vivir el kairos.
El punto clave de nuestra reflexión debe
ser: ¿Esperamos nosotros esa misma salvación que esperaban los judíos? Si es
así, también nosotros hemos caído en la trampa. Jesús no puede ser nuestro
salvador. La mejor prueba de que los primeros cristianos, verdaderos judíos, no estaban en la auténtica
dinámica para entender a Jesús, es que no respondió a sus expectativas y
creyeron necesaria una nueva venida. Esta vez sí, nos salvará de verdad,
porque vendrá con “poder y gloria”. ¿No os parece un poco
ridículo? La médula de su mensaje es que la salvación, que Dios
nos ofrece, está en la entrega y el don total.
Las primeras comunidades oraban:
“Maranatha” (ven Señor). Vivieron la contradicción de una escatología realizada y otra futura. “Ya,
pero todavía no”.
“Ya” por parte de Dios, que nos ha dado ya
la salvación. “Todavía no” porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos
descubierto la verdadera salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido
del Adviento.
Porque “todavía no” ha llegado la
verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar el “ya”. Eso no lo conseguiremos,
si seguimos dormimos.
Luchar por un mayor consumismo y creyendo
que en él está la verdadera salvación sería una trampa. Descubrir ese engaño sería estar
despiertos. El ser humano sigue esperando una salvación que le
venga de fuera, sea material, sea espiritual. Pero resulta
que la verdadera salvación está dentro de cada uno.
En realidad, Jesús nos dijo que no
teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya dentro de nosotros. En este mismo instante está
viniendo. Si estamos dormidos, seguiremos esperando.
La falta de encuentro se debe a que
nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos un Dios que
llegue desde fuera. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios.
Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no puede
funcionar. Da lo mismo que la espere aquí o para el más allá. Lo que depende de
mí no lo puede hacer Jesús ni lo puede hacer Dios. Esta es la causa de nuestro
fracaso. Seguimos esperando que otro haga lo que solo yo puedo hacer.
La religión me ofrece salvación, pero solo
me salva de los lazos que ella misma me ha colocado. Dios es la salvación y ya está en mí. Lo que de
Dios hay en mí es mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada
en mí auténtico ser, simplemente tengo que despertar y dejar de
potenciar mi falso yo. Tengo que dejar de creer que soy lo que no
soy. Esta vivencia me descentrará de mí mismo y me
proyectará hacia los demás. Me identificaré con todo y
con todos. Mi falso ser, mi individualidad, será disuelta.
El verdadero problema está en la división
que encontramos en nuestro ser. En cada uno de nosotros hay dos fieras luchando a muerte: Una es mi
verdadero ser que es amor, armonía y paz; otra es mi falso yo que es
egoísmo, soberbia, odio y venganza. ¿Cuál de los dos vencerá? Muy
sencillo y lógico. Vencerá aquella a quien tú mismo alimentes.
Como los judíos, seguimos esperando una
tierra que mane leche y miel; es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de
todo tipo, poder consumir más... Seguimos pegados a lo
caduco, a lo transitorio, a lo terreno. No necesitamos para
nada, la verdadera salvación o, a lo máximo, para un más allá. Si no sientes
necesidad no habrá verdadero deseo, y sin deseo no hay esperanza. Hoy ni los
creyentes ni los ateos esperamos nada más allá de los bienes materiales.
También Dios sigue esperando.
Meditación
Para ver se necesita tener los ojos abiertos,
Para nosotros la luz es Jesús.
pero entonces no podré culpar a nadie.
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