"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor matilde
¡ZAQUEO, BAJA, HOY ME HOSPEDO EN TU CASA!
1
Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad.
2
Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico.
3
Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era
de pequeña estatura.
4 Se
adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.
5 Y
cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: « Zaqueo, baja
pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa. »
6 Se
apresuró a bajar y le recibió con alegría.
7 Al
verlo, todos murmuraban diciendo: « Ha ido a hospedarse a casa de un hombre
pecador. »
8
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: « Daré, Señor, la mitad de mis bienes a
los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. »
9
Jesús le dijo: « Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste
es hijo de Abraham,
10
pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. »
(Lc. 19, 1-10)
Zaqueo,
jefe de los agentes de impuestos, en la central aduanera más
importante de Israel, en Jericó, andaba en estos días, previos a la
Pascua, muy ocupado y afanoso en sus negocios, que en el caso de
este “pecador público” no eran negocios muy limpios, sino bien
lucrativos, para hacerse
rico… Y el “Inri” es que Zaqueo, del hebreo Zakkai (puro),
era judío y desaprensivamente “sangraba” a su pueblo con los
impuestos que el Imperio Romano había determinado. Por todos los
conceptos, este hombre no era nada recomendable… ¡Era
un “indeseable público”, a quien los judíos celosos y la plebe odiaban!…
Zaqueo, con
esta etiqueta, se movía entre el pueblo con gran desenfado… Pero
debía de tener, al igual que Levi-Mateo, el cobrador de
impuestos, allá en el fondo de su corazón, un resquicio de luz divina, por
cuya “grieta” deseaba algo que no fuera el dinero y su pecado…
Jesús,
rodeado de una gran multitud que lo seguía, entró en Jericó… Zaqueo oyó
hablar de Él y de los milagros que obraba y “deseaba verlo”. Pero
no lo conseguía, porque además de que la gente se apretujaba en torno a
Jesús, éste “era bajo de estatura”… Su deseo era fuerte, así
que, con su ingenio, se adelantó en el camino por dónde tenía que pasar
Jesús y se encaramó a una higuera silvestre. Estos árboles en Israel son
fáciles de trepar a causa de sus ramas que suben de la tierra en
forma de círculos…
¡Y
lo inesperado para Zaqueo sucedió: Jesús levantó la vista
cuando llegó ese punto del camino y mirándole le dijo!: “¡Baja enseguida porque
hoy tengo que hospedarme en tu casa!”. El hombrecillo bajó muy
contento y lo introdujo en su casa… ¡En el corazón de
Zaqueo, entró a raudales la luz de la conversión!: ¡Vio que
sus dineros eran nada comparado con el amor del Maestro, que le
llamaba por su nombre y quería estar con él ese día!…
Todos, por
el contrario, criticaban a Jesús: “¡Ha entrado a comer con un
pecador!”… Es curioso que cuando en una persona entra la
gracia a borbotones y su alma se hace “nueva”, los que le
observan, lo critican y echan en cara sus pecados, como queriéndole
devolver a las tinieblas de su vida pasada… Pero si el cambio de
corazón fue verdadero, inmediatamente vienen las obras
santas: “¡La mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y al que he
defraudado, le devuelvo cuatro veces más!”… “¡Verdaderamente, hoy ha
sido la salvación de esta casa!”… “¡Porque Jesús no ha venido a salvar
a “los puros”, sino lo que estaba perdido por el pecado!”…
¡Cuánta
alegría y confianza en Jesús, que está a mi lado para salvarme y
restituirme al estado de gracia y amistad con Dios!… ¡Por mucho que
haya defraudado al Maestro en mi vida, tengo la certeza de que Dios
me ha perdonado porque me quiere a mí!…
¡Acerquémonos
todos, que somos pecadores!… ¡Cada cual con su “maleta”, de lo
que le desagrada y detesta de sí!... ¡Jesús ya ha cargado
con mi pecado en la Cruz: “Me amó, hasta entregarse por mí!”…
¡Vivamos felices y agradecidos, dejándonos amar por Dios, porque Él, no desea otra cosa de mí!…
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