"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL
VIERNES DE LA TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Fijaos en la higuera o en cualquier árbol:
cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca”.
Estamos en las postrimerías del tiempo
ordinario. Mañana en la noche, con las vísperas del primer domingo de Adviento,
comenzamos un nuevo año litúrgico.
La lectura evangélica (Lc 21,29-33) nos refiere
a la segunda venida de Jesús en toda su gloria a instaurar su Reino que “no
pasará”. Pero primero nos invita a estar atentos a los “signos de los tiempos”
para que sepamos cuándo ha de ser. Como suele hacerlo, Jesús echa mano de las
experiencias cotidianas de sus contemporáneos, que conocen de la agricultura:
“Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta
verlos para saber que el verano está cerca”.
Esa figura de los árboles que “echan brotes”,
nos apunta a la primavera, que anuncia un “nuevo comienzo”, el “nuevo tiempo”
que ha de representar el Reinado definitivo de Dios, la “nueva Jerusalén” del
final de los tiempos. Ese Reino que Jesús inauguró hace casi dos mil años y que
la Iglesia, pueblo de Dios, continúa madurando, como los brotes de los árboles
en primavera, hasta que florezca y alcance su plenitud.
Muchos imperios, reinados, gobiernos,
ideologías, ha surgido y desaparecido. Pero la Palabra de Dios se mantiene
incólume a lo largo de la historia. Y la Iglesia (nosotros) está encargada de
asegurarse que esa Palabra siga floreciendo para que la salvación alcance a
todos. “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”.
La primera lectura (Ap 20,1-4.11-21), por su
parte, también nos remite la segunda venida de Jesús y al juicio que la
acompañará, y cómo en ese momento seremos juzgados según nuestras obras: “Y vi
a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; fueron abiertos
unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos
fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras”… “La
Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego –este lago de fuego es la
muerte segunda– y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue
arrojado al lago de fuego”.
De nada nos vale ir a misa diaria, ni
participar en incontables ceremonias litúrgicas, si no amamos, si no
practicamos las obras de misericordia (Cfr. Mt
12,7; 25,31; St 2,17-18). Bien lo dijo San Juan de la Cruz: “En el ocaso de
nuestra vida seremos juzgados en el amor”.
En una homilía con relación a la parábola de
las diez vírgenes (Mt 25,1-13), el papa Francisco también nos exhortaba a ver
los signos de los tiempos y estar preparados para ese encuentro con Jesús en su
segunda venida, para que no nos sorprenda dormidos.
Estamos a escasas horas del Adviento, y la
liturgia de ese tiempo especial nos invita a estar atentos a esa segunda venida
de Jesús y al nacimiento del Niño Dios, no solo en Belén, sino en nuestros
corazones. Es momento propicio para hacer introspección y preguntarnos: Cuando
me llegue el momento de ponerme de pie ante el “gran trono blanco”, ¿estará
escrito mi nombre en el “libro de la vida”?
Todavía estamos a tiempo…
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