"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
‘La encíclica Fratelli tutti’
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
Queridos hermanos y
hermanas:
El pasado tres de octubre, el papa Francisco nos
entregaba en Asís la encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos) sobre la
fraternidad y la amistad social, dirigida a todas las personas de buena
voluntad.
En el capítulo primero, “Las sombras de un mundo
cerrado”, el Santo Padre nos alerta de las tendencias del mundo actual que
dificultan el desarrollo de la fraternidad: sueños rotos por la ambición de los
poderes económicos, el descarte mundial de los pobres, discapacitados, no
nacidos, ancianos, discriminación de la mujer, racismo, sufrimiento de los
migrantes… Pero Dios sigue derramando semillas de bien que elevan el espíritu
hacia la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor, algo que nos
invita a la esperanza.
En el capítulo segundo, “Un extraño en el camino”, nos
propone dejarnos interpelar por la parábola del buen samaritano, y hacernos
presentes ante el que necesita ayuda, reconociendo en él al mismo Cristo. Es
una historia que se repite: los “salteadores del camino” suelen tener como
aliados a los que “pasan por el camino mirando a otro lado”. La vida no es
tiempo que pasa, sino encuentro.
En el capítulo tercero, el Papa nos invita a “pensar y
construir un mundo abierto”. Estamos hechos para el amor y la apertura hacia
otras personas, que es la caridad que Dios infunde. Jesús dice: «Todos vosotros
sois hermanos» (Mt 23,8). El amor al otro nos mueve a buscar lo mejor para su
vida en sociedades integradoras donde ancianos y personas discapacitadas
participen activamente. El amor que se extiende más allá de las fronteras tiene
en su base la amistad social y esto exige estados e instituciones que orienten
sus políticas hacia las personas y el bien común.
En el capítulo cuarto, “Un corazón abierto al mundo”,
expone la importancia de una legislación global para la integración de los
migrantes en los países de acogida y el desarrollo de los países de origen con
políticas solidarias. Ideal que se resume en estos cuatro verbos: acoger,
proteger, promover e integrar. La fraternidad universal y la amistad social son
dos polos inseparables, que hacen posible el amor a la tierra, al pueblo, con
una amable apertura a lo universal.
En el capítulo quinto, “La mejor política”, el Santo
Padre exhorta a construir una comunidad mundial en que impere la fraternidad de
pueblos y naciones. No existe peor pobreza que la que priva del trabajo y de su
dignidad. Necesitamos un cambio en los corazones, pues el mercado no resuelve
todo, y una reforma de las Naciones Unidas y de la arquitectura económica y
financiera internacional. Desde la caridad política, es importante avanzar
hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. La política
es una forma de caridad, porque busca el bien común, mostrando su valor el
principio de subsidiariedad, inseparable del principio de solidaridad.
En el capítulo sexto, sobre “el diálogo y la amistad
social”, el Papa nos recuerda que para ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar.
El relativismo, tras una supuesta tolerancia, facilita que los valores morales
sean interpretados por los poderosos según sus conveniencias. Nos anima a una
cultura donde la vida es el arte del encuentro, que implica reconocer al otro;
nadie es prescindible.
En el capítulo séptimo, “Caminos de reencuentro”,
Francisco expresa la necesidad de construir caminos desde la verdad, la
justicia y la misericordia para que trabajen los artesanos de la paz generando
procesos de sanación de heridas y reencuentro, colocando en el centro a la
persona y al bien común. El perdón no significa impunidad, es precisamente lo
que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni
en la injusticia del olvido. Hay dos situaciones extremas que pueden presentarse
como soluciones, siendo falsas respuestas: la guerra y la pena de muerte, hoy
inadmisibles pues atentan contra la inalienable dignidad de todo ser humano.
El capítulo octavo desarrolla la aportación de “las
religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”. Es necesaria una
apertura al Padre de todos teniendo conciencia de hijos para la llamada a la
fraternidad y la paz. Sitúa entre las causas de la crisis del mundo moderno una
conciencia anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del
individualismo y las filosofías materialistas. La Iglesia respeta la autonomía
de la política sin relegar su misión en el ámbito de lo privado, desde el
derecho fundamental que representa la libertad religiosa. Para nosotros ese
manantial de dignidad humana y fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo,
del cual surge la comunión universal. Concluye con dos oraciones, una al
Creador y otra cristiana ecuménica: “Dios nuestro, Trinidad de amor… concede a
los cristianos que vivamos el Evangelio y podamos reconocer a Cristo en cada
ser humano”.
Queridos hermanos y hermanas: os animo vivamente a la
lectura detallada de esta encíclica social, que nos ayudará en nuestra misión
de construir un mundo más justo, solidario y fraterno.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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