"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA MADRE DE LA
DIVINA PROVIDENCIA. JUEVES DE LA
TRIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T.O. (2)
María, Madre de la Divina Providencia, ¡ruega
por Puerto Rico; ruega por nosotros!
Hoy celebramos en Puerto Rico la Solemnidad de
Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia, Patrona de Puerto Rico,
declarada como tal por el papa san Pablo VI hace cincuenta y un años, el 19 de
noviembre de 1969.
La lectura evangélica que nos propone la
liturgia propia de la solemnidad es Jn 2,1-11, el pasaje de las Bodas de Caná.
Y el pasaje es muy apropiado, pues nos muestra a María haciendo uso de su
prerrogativa como madre de Dios, provocando así el primer milagro de su Hijo.
Un milagro que es producto de la generosidad de la providencia divina.
Recordemos que Dios es el único que puede obrar milagros; su Madre tan solo se
limita a interceder por nosotros ante su Hijo, y guiarnos hacia su Palabra:
“Hagan lo que él les diga”.
Es curioso notar cómo en el relato, María
parecería estar más preocupada por los jóvenes esposos que por su propio Hijo,
a quien ella refiere su preocupación. Él sigue siendo el foco de atención, como
lo será durante toda la vida de su madre. Pero en ese momento ella, como mujer
y madre, está pendiente a los detalles, a diferencia de su hijo, que está
disfrutando de la fiesta con sus nuevos amigos (Cfr. Jn 1,35-51; 2,2). Por eso es ella quien se
percata de la escasez del vino, una situación altamente embarazosa para una
familia de la época. Y de la misma manera que tan pronto se enteró del embarazo
de su prima salió a ayudarla sin pensarlo (Lc 1,39-45), emprendiendo un largo y
peligroso viaje a pesar de su corta edad y su propio estado de embarazo, en
esta ocasión actuó de inmediato para resolver el problema de los novios. Y
aunque su Hijo le manifiesta que aún no ha llegado su “hora”, ella insiste y
hace que esa “hora” se adelante.
Del mismo modo hoy María está pendiente de
nosotros, de nuestras vidas, presta a venir en nuestro auxilio y presentar
nuestros problemas y nuestras necesidades ante su Hijo. Tan solo nos pide una
cosa: “Hagan lo que Él les diga”.
En las palabras de María en este pasaje
encontramos un doble propósito: por un lado resolver el apuro material de los
novios (“no tienen vino”), y por otro, dirigir a los que allí estaban (y a
nosotros) a prestar atención y actuar conforme a la Palabra de su Hijo (“Hagan
lo que él les diga”). Con esa última frase nos abre a la intervención de su
Hijo para que se produzca el milagro. Así, de la misma manera que suscitó la fe
de los que estaban aquel día en Caná de Galilea, hoy coopera para que nuestros
corazones se abran a la fe en su Hijo y en la Divina Providencia.
En esta Solemnidad de nuestra patrona, pidámosle
que nos lleve de su mano hacia su Hijo, y encomendémonos a su intercesión para
que lleve ante Él todas nuestras necesidades materiales y espirituales.
Especialmente en estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir, oremos: María, Madre de la Divina Providencia, ¡ruega por Puerto Rico; ruega por nosotros!
No hay comentarios:
Publicar un comentario