"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA
DE CUARESMA
“Al pasar unos mercaderes madianitas, tiraron de su hermano; y, sacando a José del pozo, lo vendieron a unos ismaelitas por veinte monedas de plata”.
La liturgia de hoy
nos brinda como primera lectura (Gn 37,3-4.12-13a.17b-28) la historia de José,
uno de los doce hijos de Jacob (Israel). Esta narración tiene el propósito de
explicar la procedencia de la tribu de José y el porqué de su preeminencia
sobre las demás tribus. La historia nos presenta cómo la providencia divina
hace que un acto, producto de la envidia y la maldad de los hermanos de José,
desencadene una serie de eventos que culminan con la salvación del pueblo.
Así, al final de la narración, José dirá a sus hermanos: “El designio de
Dios ha transformado en bien el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de
cumplir lo que hoy se realiza: salvar la vida a un pueblo numeroso” (Gn 50,20).
Esta historia nos demuestra a nosotros cómo Dios muchas veces permite que
nos sucedan cosas que nos hieren, nos causan daño, pero con el tiempo
descubrimos que todo tenía un propósito. Alguien ha dicho que “Dios escribe
derecho en renglones torcidos”. Es en la prueba, en la mortificación, que
nos purificamos, como el oro en el crisol: “Por eso, ustedes se regocijan a
pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de
ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero
purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de
honor el día de la Revelación de Jesucristo” (1 Pe 1,6-7).
Los hermanos de José lo vendieron por veinte monedas, y al llevar a cabo
ese acto detestable e inmoral, sin saberlo, estaban contribuyendo a realizar un
episodio importante en la historia del pueblo de Israel y, de paso, al
desarrollo de la historia de la salvación; esa que Yahvé tenía dispuesta desde
el principio (Cfr. Gn 3,15).
Asimismo, cuando meditemos sobre la Pasión de Nuestro Señor durante la
Semana Santa, veremos cómo Jesús también es vendido por treinta monedas de
plata y posteriormente torturado y asesinado. Lo que aparenta ser una derrota,
un fracaso estrepitoso, se convierte en el acto de amor más sublime en la
historia de la humanidad, en la victoria definitiva sobre el pecado y la
muerte, dando paso a nuestra salvación. La “locura de la cruz”, que cuando la
miramos desde la óptica de la fe se convierte en “fuerza de Dios” (Cfr. 1
Cor 1,18).
José, a quien sus hermanos desecharon, e incluso conspiraron para matar,
se convirtió en la salvación de sus hermanos y de todo su pueblo. Asimismo
Jesús, mediante su Misterio Pascual, se convirtió en la salvación para toda la
humanidad, incluyendo los que no le aman.
“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es
el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente” (Sal 118,22; Mt 21,42).
Durante este tiempo de Cuaresma, meditemos sobre el Misterio Pascual de
Jesús y cómo Jesús, por amor, ofrendó su vida para el perdón de los pecados de
toda la humanidad, los cometidos y por cometer. Los tuyos y los míos.
La lectura evangélica que nos ofrece la liturgia de hoy es la versión de
Mateo de la parábola de los “labradores asesinos”.
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