"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Hoy celebramos en
Puerto Rico la solemnidad de la Epifanía del Señor. Epifanía significa
“manifestación”. La Iglesia reconoce tres epifanías importantes: La Epifanía
ante los Reyes Magos (que celebramos hoy), la Epifanía a Juan el Bautista en el
Río Jordán cuando Jesús fue bautizado, y la Epifanía a sus discípulos en las
Bodas de Caná. No obstante, cuando hablamos de Epifanía, siempre pensamos en la
primera, que se celebra todos los años el 6 de enero.
Aunque en Puerto Rico la solemnidad se conoce con el nombre de los Tres
Santos Reyes, el relato de Mateo (2,1-12), ni dice que eran tres, ni que eran
reyes. Tampoco dice que llegaron en camellos. El número de tres se ha
desarrollado en la tradición basado en los presentes que le presentaron al
Niño: oro, incienso y mirra. El número de tres también se recoge en los
evangelios apócrifos, al igual que sus nombres. El Evangelio armenio de la infancia de
Jesús (5,10) nos dice: “Y los reyes de los magos eran tres hermanos: Melkon (Melchor), el primero, que reinaba
sobre los persas; después Baltasar,
que reinaba sobre los indios, y el tercero Gaspar,
que tenía en posesión el país de los árabes”.
Lo de los camellos, también producto de la tradición, se basa
probablemente en el pasaje del libro de Isaías (60,1-6) que la liturgia nos
propone para hoy, que en el versículo 6 nos dice: “Te inundará una multitud de
camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo
incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor”. La realeza de los
visitantes probablemente se incorpora a la tradición al combinar este pasaje
con el Salmo 71 que leemos hoy también: “Que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo. Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que
se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan”.
Lo cierto es que esta visita y adoración de los magos representa la
manifestación de Jesús a los pueblos gentiles (no judíos), incluyéndonos a
nosotros. Esta manifestación y bendición de Dios a todos los pueblos,
representa también el cumplimiento de la promesa de Yahvé a Abraham en el
Antiguo Testamento: “por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Esa
promesa la recibimos nosotros a través de la persona de Cristo Jesús (Cfr. Mt 1,1-17), según nos dice
san Pablo en la segunda lectura de hoy (Ef 3,2-3a.5-6): “…también los gentiles
son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en
Jesucristo, por el Evangelio”. Ut
unum sint!
Los magos presentaron al Niño dones: oro que representa la realeza,
incienso que representa la divinidad, y mirra que representa la humanidad. Hoy
Dios se nos manifiesta; es para nosotros como una segunda Navidad. De hecho, en
algunas Iglesias Orientales hoy se celebra la Navidad. Ahora el Niño pertenece
al mundo, a toda la humanidad; ha rebasado el ámbito del pesebre, de Israel.
Nosotros, ¿qué le vamos a ofrecer como don? Lo único que Él espera como regalo
es a nosotros mismos, nuestra fidelidad y nuestro amor hacia Él en la persona
de nuestros hermanos.
Te propongo algo: Dale un abrazo, aunque sea virtual, a la primera persona que veas después de leer esta reflexión. Estarás abrazando al niño Dios…
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