"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Manuel Enrique Figueroa
SERIE FRATELLI TUTTI (XIII) LA
GUERRA Y LA PENA DE MUERTE
El final del capítulo séptimo de la Carta
Encíclica Fratelli Tutti, “Caminos de reencuentro”, trata dos temas críticos:
la guerra y la pena de muerte. La declaración inicial del Papa Francisco es
definitiva y cierra cualquier debate, al menos para los cristianos. Nos habla
el Papa de que existen dos situaciones extremas que pueden llegar a
presentarse como soluciones en circunstancias particularmente dramáticas, sin
advertir que son falsas respuestas, que no resuelven los problemas que
pretenden superar y que en definitiva no hacen más que agregar nuevos factores
de destrucción en el tejido de la sociedad nacional y universal. El Papa
Francisco se refiere a la guerra y la pena de muerte. Nos habla el Papa de
factores de destrucción a nivel tanto nacional como universal. Clare Algar,
Amnistía Internacional manifiesta que: “La pena de muerte es un castigo
aberrante e inhumano, y no existen pruebas convincentes de que sea más eficaz
que las penas de prisión. La mayoría de los países así lo han reconocido y es
alentador ver que las ejecuciones continúan disminuyendo en todo el mundo”. La
pena de muerte en el mundo se materializa como decapitación, electrocución,
ahorcamiento, inyección letal, lapidación y fusilamiento. Actualmente, de
acuerdo con datos de Amnistía Internacional, 26.604 personas permanecen
condenadas a pena de muerte.
Para la organización citada, los argumentos
contra la pena de muerte son los que siguen: niega los derechos humanos, es
irreversible y se cometen errores, no disuade contra el crimen, suele emplearse
en sistemas de justicia sesgados, se aplica de forma discriminatoria y se usa
como herramienta política. Recordemos que la pena de muerte tiene implicaciones
de género. Por ello, esta organización pide: Que los países que aún aplican la
pena de muerte detengan de inmediato las ejecuciones, que los países que han
abandonado ya las ejecuciones eliminen definitivamente la pena de muerte de su
legislación, que todas las condenas a muerte se conmuten por penas de prisión.
Existen españoles condenados a pena de muerte en diferentes países. Veinte
países son responsables de todas las ejecuciones conocidas que se llevaron a
cabo en el mundo en el año 2019.
La buena noticia es que cada vez menos países
recurren a ella. Cita el Papa Francisco a San Juan Pablo II que dijo, en la
Carta Evangelium Vitae, la pena de muerte es inadecuada en
el ámbito moral y ya no es necesaria en el ámbito penal, y el propio
Papa Francisco, en 2017, apostilló la idea diciendo que la pena de
muerte es inadmisible. No hay ninguna interpretación posible ante la
claridad y contundencia de la frase. También el Papa ha dicho que la
Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo
el mundo. Recordemos que hay muchos países que aún que la practican.
La cuestión es que hay personas que dificultan
o impiden con su comportamiento la convivencia. Por ello, en la Carta Encíclica
se dice que la vida en común necesita normas de convivencia cuya libre
violación requiere una respuesta adecuada, y citando el Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia, la autoridad pública legítima puede y
debe conminar penas proporcionadas a la gravedad de los delitos. Nos
recuerda el Papa Francisco que desde los primeros siglos de la Iglesia, algunos
se manifestaron contrarios a la pena de muerte. Así mismo, indica el Papa el
papel del miedo y el rencor, manifestando que ambas cuestiones fácilmente
llevan a entender las penas de una manera vindicativa, cuando no cruel, en
lugar de entenderlas como un proceso de sanación y de reinserción en la
sociedad. No hay posible reinserción en alguien a quien se le ha
aplicado la pena de muerte. Cuestiona el Papa el papel de algunos sectores de
la política y de los medios de comunicación, y dice, tanto por
parte de algunos sectores de la política como por parte de algunos medios de
comunicación se incita algunas veces a la violencia y a la venganza, pública y
privada, no solo contra quienes son responsables de haber cometido delitos,
sino también sobre los que cae la sospecha, fundada o no, existiendo la
tendencia a construir deliberadamente enemigos, figuras estereotipadas que
concentran en sí mismas todas las características que la sociedad percibe como
peligrosas. Esta cuestión, conduce a la costumbre de riesgo, de
acuerdo con el Papa, de acudir a prisiones preventivas, a reclusiones
sin juicio y especialmente a la pena de muerte.
Critica el Papa, exponiendo la gravedad que
implican las ejecuciones extrajudiciales o extralegales, homicidios
deliberados. También recuerda el Papa los argumentos contrarios a
la pena de muerte, manifestando que son muchos y bien conocidos. Por
ejemplo, la posibilidad de la existencia de error judicial y el uso que
hacen de ella los regímenes dictatoriales o totalitarios. También
indica el Papa Francisco de forma contundente, que la cadena perpetua
es una pena de muerte oculta. El Papa Francisco lanza un mensaje muy
claro: todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están
llamados a luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal
que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las
condiciones carcelarias, en el respeto a la dignidad humana de las personas
privadas de libertad. Recuerda el Papa un pasaje del evangelio de San
Mateo (Mt 26.52): “¡Vuelve tu espada a su lugar! Pues todos los que empuñan
espada, a espada morirán”. Y también el Génesis (GN 9. 5-6): “Quien derrame
sangre humana, su sangre será derramada por otro ser humano”. El Catecismo de
la Iglesia católica establece que “nadie, en ninguna circunstancia, puede
atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”. «No
matarás» (Ex 20, 13). Por tanto, la Iglesia enseña, a la luz del
Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la
inviolabilidad y la dignidad de la persona» (Discurso del Santo Padre Francisco con motivo del XXV Aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica). Nuestro catecismo dice: “Hoy está cada vez
más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni
siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido
una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del
Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que
garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo,
no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente”.
El Catecismo de la Iglesia Católica también
habla de la legítima defensa: “La legítima defensa puede ser no solamente un
derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. La
defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder
causar prejuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen
también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, a los
agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad”.
Estas ideas nos conducen a la otra cuestión
relacionada que contiene Fratelli Tutti: la guerra. En Fratelli
Tutti, el Papa manifiesta, citando el Mensaje para la 53 Jornada
Mundial de la Paz de 2020, que hay quienes buscan soluciones en la
guerra, que frecuentemente se nutre de la perversión de las relaciones, de
ambiciones hegemónicas, de abusos de poder, del miedo al otro, y a la
diferencia vista como un obstáculo. El Papa Francisco nos habla de la
injusticia de la guerra, diciendo que la guerra no es un fantasma del
pasado sino que se ha convertido en una amenaza constante. Para el
Papa no se generan condiciones globales para la paz, en cambio si se
están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de
guerras, recordando que la guerra es la negación de todos los
derechos. El Papa nos llama de nuevo a la generación de un verdadero
desarrollo humano integral, un camino para evitar la guerra entre las
naciones y los pueblos. Llama el Papa al cumplimiento de la Carta de
Naciones Unidas como cauce para la paz. Pero nos avisa de un peligro, no
disfrazar intenciones espurias ni colocar los intereses particulares de un país
o grupo por encima del bien común mundial. Nos recuerda el Papa
que en las últimas décadas todas las guerras han sido pretendidamente
justificadas. Ayuda en Acción recuerda que son muchas las causas que
hay detrás de las guerras en el mundo en el siglo XX y que continúan
en el siglo XXI. Por ejemplo, la energía, el control de los recursos
naturales, los recursos mineros, la desigualdad, conflictos étnicos, intereses
comerciales y tecnológicos, el evidente auge de los extremismos y
nacionalismos, y los efectos adversos del cambio climático. Las consecuencias
son claras: violaciones de derechos humanos, aumento de las desigualdades, el
incremento de la necesidad de ayuda humanitaria, mucho sufrimiento especialmente
en determinados colectivos como niños y mujeres, hambre y muerte.
El Catecismo de la Iglesia Católica, nos
recuerda el Papa, habla de la posibilidad de una legítima defensa mediante la
fuerza militar que supone demostrar que se den algunas condiciones rigurosas de
legitimidad moral. En esto hay que ser muy éticos. Para el Papa Francisco fácilmente
se cae en una interpretación demasiado amplia de este derecho. Amplía
el Papa el razonamiento manifestando que se quiere justificar
indebidamente aun ataques preventivos o acciones bélicas que difícilmente no
entrañen males y desórdenes más graves que el mal que se pretende
eliminar. En la Carta Encíclica Laudato Si´ aparecía que nunca
la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a
utilizarlo bien. Dice el Papa que con el desarrollo de la
globalización lo que puede aparecer como una solución inmediata o práctica para
un lugar de la Tierra, desata una cadena de factores violentos muchas veces
subterráneos que terminan afectando a todo el planeta y abriendo camino a
nuevas y peores guerras futuras. Por eso, dice el Papa que en
nuestro mundo ya no hay sólo pedazos de guerra en un país o en otro, sino que
se vive una guerra mundial a pedazos porque los destinos de los países están fuertemente
conectados entre ellos en el escenario mundial. Otra globalización es
no sólo posible, sino imprescindible para un mundo justo y equitativo,
impregnado de la idea del bien común, donde sea una realidad de la fraternidad
universal. La guerra, globalizada o localizada, es un horror, un espanto,
que deja al mundo peor que antes de producirse. Para el Papa, la
paz y la estabilidad internacional no pueden basarse en una falta sensación de
seguridad, en la amenaza de la destrucción mutua o de la aniquilación total, en
el simple mantenimiento de un equilibrio de poder. El negocio de las
armas es un negocio de sangre, se compran con idea de autodefensa pero acaban
en espacios de sufrimiento y conflicto que alimentan aún más la venta de armas.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La
vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto
de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con
el Creador, su único fin. Solo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta
su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de
matar de modo directo a un ser humano inocente”. Creo que el mandato es
muy claro y no tiene interpretación posible. No a la guerra y no a la pena de
muerte.
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