"Ventana abierta"
Dominicas Lerma
Comentarios a la Palabra de Dios
DOMINGO IV (T. ORDINARIO)
-EL “VERDADERO
PROFETA” ENSEÑA
CON AUTORIDAD-
Dt. 18, 15-20
15
Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta
como yo, a quien escucharéis.
16
Es exactamente lo que tú pediste a Yahveh tu Dios en el Horeb, el día de la
Asamblea, diciendo: « Para no morir, no volveré a escuchar la voz de Yahveh mi
Dios, ni miraré más a este gran fuego ».
17
Y Yahveh me dijo a mí: « Bien está lo que han dicho.
18
Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti,
pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande.
19
Si alguno no escucha mis palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre,
yo mismo le pediré cuentas de ello.
20
Pero si un profeta tiene la presunción de decir en mi nombre una palabra que yo
no he mandado decir, y habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá. »
- El modo de relación con Dios del pueblo
bíblico no es el de las religiones naturalistas: no intenta el dominio del
absoluto por la magia, sino que se orienta hacia él en actitud de adoración.
Dios se deja sentir cerca de la palabra y por el
mediador que es el profeta. Este mitiga la luminosidad del
infinito, al traducir su presencia en lengua humana. El profeta no posee la
palabra, sino que la palabra le posee. Ahí la diferencia entre profeta y
profeta (Nm. 12, 6).
- Paralelamente a la institución de la
realeza de que habla (17, 14-20), se trata aquí de la institución del
profetismo que Moisés atribuye a Jahvé con ocasión de la teofanía del
Horeb (Ex. 10, 17-29; Dt. 5, 23-28), institución a la que alude Pedro en (Act.
3, 22-26) y San Esteban (Act. 7, 37). Basándose en este texto del Dt. los
judíos esperaban al Mesías como un nuevo Moisés (Jn. 1, 21).
El Evangelio de Jn. subraya el paralelismo entre Jesús y Moisés (Jn.
1, 17).
I Cor. 7, 32-35
32
Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas
del Señor, de cómo agradar al Señor.
33
El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer;
34
está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se
preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el esp1ritu.
Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.
35
Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros
a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división.
- Los profesionales de la evangelización
optan por el celibato para poder dedicarse plenamente
a la difícil y peligrosa aventura de proclamar el Evangelio, de aquí su
pobreza, su compromiso y su provisionalidad en todas las cosas.
- Sigue San Pablo exponiendo lo bueno y lo
mejor (7, 29-31). Ahora nos habla de los cuidados (5 veces se
nombran y bajo una doble valoración: el cuidado mundanal, prohibido
a los cristianos y el cuidado de las cosas del Señor). Los casados
se hallan divididos en dos formas de agradar: al Señor y al mundo
(Lc. 14, 20), se ve en la precisión de servir a dos señores. No debería ser así
si ambos consortes quieren pertenecer enteramente al Señor. Pero entran en
juego muchos elementos y la atención está dividida. San Pablo empujado por el
celo de Dios, se muestra aquí escéptico y no puede menos de desear de todo
corazón que se entreguen totalmente y sin turbación al Señor.
- He aquí una invitación y una
exigencia: la de ser capaz de reconocer y abrazar esta llamada
positiva. “La
mujer soltera” (se
refiere a las viudas o bien a las mujeres que en su anterior vida pagana
mantenían relaciones no legítimas) “y la virgen” (voluntaria por el Señor) ambas “se preocupan del Señor”, no tiene en cuenta aquí Pablo de aquellos que desearían
casarse, pero no llegan al matrimonio, aunque en todo caso, estos célibes
involuntarios pueden ver con fe su forzosa privación como una llamada positiva
a ocuparse del Señor.
Mc. 1, 21-28
21
Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a
enseñar.
22
Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas.
23
Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo,
que se puso a gritar:
24
« ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos?
Sé quién eres tú: el Santo de Dios. »
25
Jesús, entonces, le conminó diciendo: « Cállate y sal de él. »
26
Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de
él.
27
Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: « ¿Qué
es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los
espíritus inmundos y le obedecen. »
28
Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
- La sección de Cafarnaúm (1,
21-39) es una vieja unidad tradicional que Mc. se encontró formada y que
contiene desde luego datos históricos; pero que patentiza el propósito de la
Iglesia primitiva.
(v. 21-22) - Cafarnaúm (Tell
Hum), hoy sólo unas ruinas, era entonces lugar fronterizo de la región
gobernada por Herodes Antipas, con un puesto aduanero y una guarnición militar.
En los primeros tiempos, Jesús desarrolló aquí una gran actividad viviendo en
la casa de Simón y de Andrés (1, 29) (9, 33; 3, 20; 7, 17). Esto corrige un
poco la imagen del Jesús inquiero e itinerante; Cafarnaúm era una especie de
cuartel general al que volvía con frecuencia, recorriendo los lugares circundantes
(1, 38).
- La actividad de Jesús pronto
llamó la atención en todas partes, atrayéndose a mucha gente. Jesús anunciaba
el reino de Dios, enseñaba con autoridad y manifestaba
la fuerza salvadora de Dios con la expulsión de demonios y curaciones. Es
el comienzo de una nueva era y confirmación de su mensaje (1, 15), pero es
también manifestación de sí mismo en las obras.
- “En seguida”, en Cafarnaúm, enseña en la sinagoga entrando
con sus discípulos (1, 21.23.28.29 etc.) y ellos también intervienen (6, 30).
La tarea de enseñar era primordial para la primitiva Iglesia y su contenido, el
sermón de la montaña (Mt. y Lc.) y la predicación en parábolas (Mc. 4, 1s.),
una nueva exposición de la ley como voluntad divina (7, 17-23; 10, 1-45),
pero Jesús enseñaba con autoridad y no como los doctores de la
ley que se atenían a la “tradición de los antepasados” (7, 3) y no pocas veces abandonaban la voluntad
divina por esta fidelidad humana (7, 6-13). Jesús hace su propia exposición de
la Escritura (10, 5-9), mostrándose tan plenipotenciario de Dios como para
expulsar demonios. Las dos cosas son para Mc. una unidad y prueba del
poder de Jesús ante el que “se quedan atónitos los hombres” (v. 22) y experimentan un terror religioso (v. 27):
he aquí un signo de la soberanía de Dios que se abre camino.
- Un pobre hombre atormentado, queda
libre de un “espíritu impuro”. Se hace distinción entre enfermos y posesos (1, 32; 3,
10s.). Estos segundos son víctimas del poder del maligno (3, 22s.) (1, 13; 3,
27). Pero Jesús se sabe más fuerte que él (3, 27) y reprime su poder.
(v. 23-28) - El diálogo entre Jesús y
Satán revela la lucha entre ambos. El espíritu inmundo se resiste a las
palabras de conjuro. Los grandes alaridos, las preguntas insolentes, la
pronunciación del nombre “Jesús Nazareno” y “el santo de Dios” no son profesiones de fe respetuosas, sino intento
por adueñarse del poder conjurador mediante su reconocimiento. En los antiguos
relatos de expulsiones (incluso judíos) el exorcista atacaba y conjuraba, pero
aquí Jesús sólo dice una palabra de orden: “enmudece y sal de este hombre” y los espíritus le obedecen. Su palabra es eficaz,
signo de la intervención de Dios y todos se preguntan: ¿qué es esto? ¿qué pasa aquí?. El título que le da
el demonio: “santo
de Dios” significa proximidad de Dios (a los santos
ángeles por su proximidad con Dios se les titula así y a Aarón, Sal.
106, 16) en concepción del Antiguo Testamento.
- En Jesús late un misterio, el estremecimiento de lo que es distinto, el presentimiento de que Dios está muy cerca.
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