"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (1)
Echando en torno una mirada de ira, y dolido de
su obstinación, le dijo al hombre: “Extiende el brazo”.
La lectura evangélica de hoy (Mc 3,1-6) nos
presenta la culminación del conflicto entre Jesús y los fariseos; entre la ley
y el amor, que vimos en el pasaje que leímos ayer. La lectura nos muestra a
Jesús una vez más entrando en la sinagoga, en donde se encontró un hombre con
un brazo paralizado. Ya los fariseos habían visto actuar a Jesús y estaban “al
acecho” para ver si curaba en sábado, para acusarlo. De nuevo la observancia
estricta del sábado. El judaísmo a ultranza. La letra de la ley por encima de todo.
Jesús, que conoce los pensamientos de los
fariseos, decide dramatizar su enseñanza, y hace al hombre ponerse en medio de
todos. Entonces les pregunta a los fariseos: “¿Qué está permitido en sábado?,
¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?”.
Silencio total. Una pregunta tan bien formulada, que la única contestación
correcta daría la razón a Jesús.
A renglón seguido tenemos otra instancia en la
que Marcos acentúa la dimensión humana de Jesús. Ya en otra ocasión habíamos
señalado que Marcos habla con toda naturalidad de las emociones intensas de
Jesús. Nos dice que Jesús, “echando en torno una mirada de ira, y dolido de su
obstinación, le dijo al hombre: ‘Extiende el brazo’”. Y el hombre quedó curado
de inmediato y extendió el brazo. Algunas versiones pretenden suavizar este
pasaje diciendo que Jesús los miró con “indignación”. Pero la palabra griega
utilizada por Marcos es οργης, que literalmente quiere decir “ira”. Jesús
estaba enfadado, molesto, indignado ante estas personas obstinadas en su
interpretación estricta de la ley, capaces de cruzarse de brazos ante la
necesidad, incluso ante el peligro de muerte de su prójimo, con la excusa de no
violar el “sábado”.
Jesús había puesto en evidencia a los fariseos,
los había hecho quedar mal delante de todos en la sinagoga. Había herido su
orgullo. Por ello, “en cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron
a planear con los herodianos el modo de acabar con él”. El relato evangélico
apenas comienza, y ya la suerte de Jesús está echada.
La ley constituye un valor, es necesaria, no
hay duda. Pero, ¿constituye el valor supremo, o tiene que estar supeditada al
bien del hombre y la gloria de Dios? En la lectura de ayer Jesús nos decía que
“el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”. Y más aún,
que “el Hijo del hombre es señor también del sábado”. Como nota curiosa, las
últimas palabras del Código de Derecho Canónico (can. 1752) leen: “teniendo en
cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema en la
Iglesia”. En otras palabras, al interpretar la ley, no podemos perder de vista
el propósito primordial de las mismas: la salvación de las almas.
Desafortunadamente, el “fariseísmo” está vivo.
A diario vemos cómo, aún en medio de nuestros trabajos, e incluso en nuestras
comunidades de fe, se “utiliza” la letra estricta de la ley para perjudicar a
uno de nuestros hermanos, aún a sabiendas de que hay unas circunstancias
atenuantes subyacentes que moverían la misericordia de Jesús. Ante esa situación,
¿qué bando vas a tomar? Seamos hijos de la luz…
No hay comentarios:
Publicar un comentario