"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES, DE LA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (1)
“Al enterarse de las cosas que hacía, acudía
mucha gente…”
“En cuanto salieron de la sinagoga, los
fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él” (Mc
3,6). Así terminaba el pasaje del relato evangélico de Marcos que leíamos ayer.
Jesús se había convertido en una piedrita dentro del zapato para los escribas,
fariseos, saduceos y sumos sacerdotes que ostentaban el poder
ideológico-religioso en tiempos de Jesús. Había que eliminarlo.
En contraste marcado con esa actitud de los
poderosos, en el relato de hoy (Mc 3,7-12) vemos cómo la fama de Jesús se ha
extendido, no solo a través de toda la Palestina, sino a tierras paganas, como
Transjordania, Tiro y Sidón. Vemos en estos relatos cómo Marcos nos presenta a
Jesús como el gran hacedor de milagros, o “taumaturgo”; Él solo puede hacer lo
que en la mitología requiere de muchos. Por eso no encontramos a Jesús
hablando. La gente no viene a escuchar lo que dice, viene a “ver” los prodigios
que hace. “Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente…” Las cosas
que Jesús hacía se hacían oír. Por eso la gente se apretujaba en torno a Él
hasta el punto poner en peligro su seguridad personal. “Como había curado a
muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo”. Por
eso pidió a sus discípulos que le tuvieran preparada una lancha para treparse
en ella como tantas veces tuvo que hacer.
“Hacer es la mejor manera de decir”, dijo José
Martí. Nosotros los cristianos deberíamos aprender de ese ejemplo. Hemos
escuchado la frase: “¿Eres cristiano? ¡Que se te note!” Porque la fe es algo
que se ve, se nota, hace ruido. Recordemos el pasaje que leíamos recientemente
sobre los amigos que llevan al paralítico para que Jesús lo curara, y como no
pudieron llegar ante Él por el gentío, lo treparon al techo de la casa en que
Jesús estaba, abrieron un boquete y lo descolgaron delante de Jesús. Nos dice
el evangelio que Jesús “viendo” la fe que tenían sus amigos, primero le perdonó
los pecados y luego curó su cuerpo (Mc 2,1-12). “Viendo” la fe que tenían…”
Jesús nos ha dicho que si tuviéramos fe del
tamaño de un granito de mostaza le diríamos a una montaña “quítate de ahí y
ponte más allá” y la montaña obedecería. No tenemos que llegar al extremo de
mover montañas, pero si actuamos acorde a lo que creemos, nuestra fe se verá; y
tal vez no moveremos montañas, pero sí podremos mover corazones.
Continúa diciéndonos el pasaje que hasta los
“espíritus inmundos” de los poseídos se postraban ante Él y le gritaban: “Tú
eres el Hijo de Dios” (recordemos que el objetivo principal de Marcos al
escribir su relato evangélico es demostrar que Jesús es el Hijo de Dios). Jesús
le pide que no se lo digan a nadie, como lo hace con aquellos a quienes cura.
El famoso “secreto mesiánico” del evangelio según san Marcos. Jesús no quiere
que lo descubran, no quiere que su fama vaya a nublar su verdadero propósito.
Tiene que borrar la imagen del Dios triunfalista que el pueblo esperaba. Él es
el cordero que vino a ser inmolado por nuestra salvación.
En este día digámosle: “Señor yo creo, pero
aumenta mi fe”, para que otros, “viendo” nuestra fe, crean también.
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