"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2)
“Llegará un día en que se lleven al novio, y
entonces ayunarán”.
El evangelio que nos brinda la liturgia de hoy
(Mc 2,18-22), contiene el primer anuncio de la pasión de parte de Jesús:
“Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán”. Es la primera
vez que Jesús hace alusión a su muerte, pero sus discípulos no lo captan.
Junto con el anuncio, Jesús recalca la novedad
de su mensaje, que había resumido en el sermón de la montaña, recogido en el
capítulo 5 de Mateo. La Ley antigua quedaba superada, mejorada, perfeccionada
(5,17). Por tanto, hay que romper con los esquemas de antaño para dar paso a la
ley del Amor. Es una nueva forma de vivir la Ley, un cambio radical de aquel
ritualismo de los fariseos; un nuevo paradigma. Es el despojarse del hombre
viejo para revestirse del hombre nuevo del que nos habla san Pablo (Ef
4,22-24). En fin, se trata de una nueva manera de relacionarnos con Dios y con
nuestro prójimo. No hay duda, los tiempos mesiánicos han llegado.
Este anuncio está implícito en la utilización
por parte de Jesús de la figura del “novio” cuando los fariseos le cuestionan
por qué sus discípulos no ayunan. De su contestación se desprende que sus
discípulos no ayunan porque no tienen nada que esperar, ya que los tiempos
mesiánicos han llegado, no tienen que hacer penitencia para la llegada de un
Mesías que ellos ya le han encontrado.
Por eso Jesús nos dice que no se echa vino
nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los
odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas
se conservan. Este simbolismo del “vino nuevo” junto con la figura del “novio”
lo vemos también en las bodas de Caná (Jn 2,1-11), cuando Jesús, con su poder,
nos brinda el mejor vino que jamás hayamos probado; ese vino nuevo que
simboliza la novedad de su mensaje, que no es otra cosa que el Amor.
El problema es que nosotros muchas veces
pretendemos aplicar nuestros propios criterios, nuestros viejos paradigmas al
mensaje de Jesús. Queremos abrazarlo, recibirlo, pero no estamos dispuestos a
vivir en forma radical la ley del Amor, no estamos dispuestos a amar y perdonar
a todos, especialmente a los que más nos han herido, no estamos dispuestos a
abrazar la cruz… “Si alguien quiere seguirme, renuncie a sí mismo, tome su cruz
y me siga” (Mt 16,24). Uf, ¡qué difícil!
Hoy, pidámosle al Padre que nos ayude a
despojarnos de los “odres viejos”, y que nos de “odres nuevos” para recibir y
retener el “vino nuevo” que su Palabra nos brinda.
Que pasen todos una hermosa semana, y no
olviden visitar la Casa del Padre al menos una vez a la semana, aunque sea de
manera virtual mientras dure la pandemia y, de ser posible, más de una vez. De
paso, dejen a la entrada del templo sus “odres viejos”, y acepten el “odre
nuevo” que allí se les ofrece… ¡Es gratis!
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