"Ventana abierta"
Tercera Semana de Adviento
Una noche, María y José
habían encontrado en una cueva refugio para dormir. Al entrar, una gran araña
pasó delante de ellos. José quiso cazarla con su bastón. María le dijo
dulcemente:” Deja este animalito en paz, José. Lo que Dios ha creado no me va a
dar miedo. Además la cueva es bastante grande para todos”. Poco después se
acostaron.
Esa noche el viento
sopló violentamente: Quitaba el polvo de las estrellas: El cielo debía estar
reluciente para el nacimiento del niño Jesús. En Navidad, los astros debían
brillar como oro puro. Así el viento soplaba con todas sus fuerzas.
En la cueva, María
estaba temblando de frío y no podía dormirse. Estaba bien envuelta en su manto
bordado de estrellas, pero el viento se filtraba por todas partes. José
acostado a su lado dormía profundamente y no se daba cuenta de nada.
Pero alguien percibió
lo que allí pasaba: la araña.
Ella portaba a María en
su pequeño corazón, por haber pronunciado palabras tan protectoras para ellas.
Así se puso a trabajar y tejió una tela maravillosa en la entrada de la cueva.
Tal vez piensan, que una tela de araña no resiste el viento. Pues bien, esta
sí, hacía el efecto de una gruesa cortina. Era tan fina y tan sólida que el
viento no se filtraba más al interior de la cueva. Y María se durmió enseguida.
Al despertarse vio la telaraña. “Gracias a ti yo he podido dormir”, le dijo. “Eres buena, gracias”. La araña escondida en una grieta de la roca estaba colmada de alegría.
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