"Ventana abierta"
Dominicas lerma
¿SABÍAS QUE...
...DOMINGO FUE SOMETIDO AL JUICIO DE DIOS?
Bueno, puede parecer que no tiene mucho de
extraordinario, pues todo ser humano será juzgado al final de su vida. El punto
está en que Domingo fue juzgado... ¡en vida!
Tras la victoria de los misioneros en Servian, el equipo
continuó evangelizando por las principales poblaciones de la zona: Narbona,
Tolosa, Beziers...
No entraremos en detalles, pues la estrategia se repetía
siempre de la misma manera; es decir, desafiando a los herejes a una
controversia, exactamente como vimos el mes pasado: portavoces, jurado,
aclamaciones del pueblo...
La misión iba sobre ruedas, con nuestros misioneros cada
vez más experimentados en los debates, y felices de ver tantas almas que
abrazaban la fe católica. Pero, al llegar a Montreal, las cosas comenzaron a
torcerse.
Resulta que en esta ciudad el grupo de cátaros era muy
numeroso, y extraordinariamente bien formado. Las discusiones se alargaban día
tras día, sin que nadie pudiera señalar un claro vencedor. Como ya hemos
comentado, estas controversias eran las delicias del pueblo, que disfrutaba de
lo lindo viendo enzarzarse a los predicadores... pero, hombre, después de 15
días de debates sin fin, lo cierto es que el entusiasmo se iba apagando.
Aquello pedía a gritos que alguien encontrase una solución.
Los contendientes, a pesar de disimularlo con todas sus
ganas, estaban agotados. Dedicaban las mañanas enteras trabajando febrilmente,
elaborando las tesis que defenderían por la tarde.
Por testigos sabemos además que Domingo pasaba las
noches en la iglesia, orando sin descanso, pidiéndole al Señor que pusiera las
palabras adecuadas en sus labios, que guiara su pluma al escribir el opúsculo
por la mañana...
Y es que cada participante de la contienda llevaba sus
tesis e ideas principales apuntadas, para mantener las ideas frescas en medio
del ardor del debate. Y alguien vio en esos papeles la forma de resolver tan
espinosa contienda: ¡apelarían al juicio de Dios!
El procedimiento era muy sencillo: encenderían una
enorme hoguera y tirarían al fuego dos escritos, uno de los católicos y otro de
los cátaros. Si alguno no se quemaba, sería la prueba de que Dios daba la razón
a esas tesis.
Nuestro grupo de misioneros se miraron de reojo. Por
aquel entonces, la Iglesia ya no estaba muy de acuerdo con tales prácticas
(solo faltaban unos años para que fueran oficialmente prohibidas), pero Diego y
sus compañeros sabían que no tenían elección. El jurado y el pueblo eran los
que ponían las normas.
Analizaron los escritos que habían elaborado, buscando
el mejor. Finalmente, eligieron el opúsculo de Domingo... y lo entregaron al
jurado. Los cátaros hicieron lo mismo.
La hoguera estaba preparada, más grande que de
costumbre. Enormes llamas subían al cielo, avivando el entusiasmo del pueblo.
La expectación crecía por momentos.
Un miembro del jurado se acercó al fuego con los
escritos, uno en cada mano. Con gran solemnidad, los alzó, para que todos
pudieran verlos. No podemos asegurarlo, pero lo más probable es que, ante el
silencio solemne de todos los presentes, este hombre gritara: “¡¡Que Dios sea
quien decida!!”.
Murmullo y agitación. Había llegado la hora de la
verdad. Una suave brisa meció los árboles. Muchos percibieron ese detalle como
una señal del Cielo... y, en ese instante, los dos opúsculos fueron arrojados a
las llamas.
Justo entonces, la suave brisa se transformó en un
viento fuerte, ocurriendo algo realmente extraño: mientras el escrito cátaro se
consumía en la hoguera, el escrito de Domingo salió despedido del fuego, en
alas del viento.
Algunos aclamaron inmediatamente la victoria católica,
pero rápidamente hubo quien frenó el entusiasmo: aquello había sido puritita
casualidad, y no valía. Una simple coincidencia. Había que repetirlo. En fin,
siempre hubo escépticos en el mundo...
Total, que un tanto a regañadientes, fueron en busca del
escrito de Domingo. El jurado esperó a que el viento desapareciese, y, en medio
de la mayor calma medioambiental, arrojaron otra vez el texto a la hoguera.
¡¡Pero salió despedido de nuevo!!
Algún truco tenía que tener, se decían los cátaros, que
pidieron a gritos ser ellos mismos los que tiraran el opúsculo al fuego. En
fin, clara demostración de aquel dicho que reza “para que el quiere creer,
ninguna explicación es necesaria; para el que no quiere creer, ninguna
explicación es suficiente”.
Pero, bueno, llegados a este punto, y queriendo cerrar
por completo la cuestión, el jurado permitió a los cátaros que fuera uno de
ellos el que echara el escrito de Domingo al fuego. Así lo hicieron, con todo
tipo de cuidados y miramientos. El opúsculo cayó en el centro mismo de la
hoguera. Las llamas comenzaron a lamer sus bordes, ante la satisfacción de los
herejes, y, justo entonces... ¡¡el escrito salió volando de nuevo, como si
alguien lo arrojase lejos del fuego!!
Ya no había dudas: ante la alegría y fiesta del pueblo,
se declaró que la doctrina católica era la verdadera, mientras Domingo,
estupefacto, seguía mirando aquel opúsculo que había escrito esa misma
mañana... ¡¡y qué bien sabía él que no tenía nada de extraordinario!! Tan solo
el amor extraordinario a Jesucristo y a los hombres, ¡capaz de pasar por las
llamas sin quemarse!
-PARA ORAR
¿SABÍAS QUE... JESUCRISTO HA PROMETIDO PROTEGERTE?
Protegerte, sí, ¡pero no evitarte los problemas y dificultades!
A nosotros nos encantaría que el Señor nos asegurase “un camino de rosas”, con
todo facilidades. Sin embargo, Cristo es muy realista con nosotros, no quiere
engañarnos. Habrá pruebas, vendrán complicaciones, ¡en nuestra vida habrá
momentos de fuego! Pero, de Su mano, puedes enfrentarlos sin miedo: ¡Cristo es
fuerte en tu debilidad! Y Cristo hace de cada dificultad una oportunidad para
que crezcas, para que Le conozcas más... ¡para hacer obras grandes en ti! Él es
fiel a Su promesa:
“No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu
nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos,
no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en
ti.” (Is 43, 1-2).
Si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
VIVE DE CRISTO
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