"Ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
ACERCARTE A CRISTO EN EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
UN ERROR QUE DEJA HUELLA
No hay nada como que pongan “No pasar, recién pintado”
para que justo tenga “necesidad” de salir por esa puerta.
Mira que hay puertas que dan a la huerta, pero aquel día
las prisas me hicieron decirme a mí misma aquel típico “yo controlo” pensando
que lo único importante era ir consciente de no tocar la barandilla recién
pintada.
Al bajar todo fue bien, pero al subir... aquello de ir
consciente ya se me había olvidado hacía mucho. Así que allí mismo planté la
mano con todas mis fuerzas. Y al levantarla... un algo pegajoso me hizo mirarme
la palma y darme cuenta de que... ¡la había liado!
Toda la palma de la mano estaba marrón. No sabía qué
hacer: a mi mente solo venían todos los avisos que nos habían dado, intenté
lavarme con jabón y agua, pero nada; con alcohol, pero nada...
Fui corriendo a buscar disolvente, y ya al fin logré
quitar los restos de pintura que cubrían mi mano. Menos mal... fue un alivio
descubrir que podía quitarme de encima las consecuencias “del delito”. Y ya
algo más aliviada después del susto, pude ir a contarle a la priora lo que me
había sucedido.
Ella me acogió con cariño, y eso que mira que nos habían
avisado... pero, en la oración, el Señor me mostró algo mucho más allá.
Lo sucedido me hablaba profundamente de la salvación de
Cristo. ¿A quién no le ha pasado algo así? ¿Quién no la ha liado alguna vez?
Sin embargo, cuando nos caemos, esto deja en nosotros una marca pegajosa, que
no logramos quitarnos de encima. Y es que el Padre, conociéndonos y amando
nuestra debilidad, nos envió a su Hijo, para que, por su muerte en la cruz y su
Resurrección, con su propia sangre limpiara de nosotros la marca que deja el
pecado.
Siempre que acudimos a Él, nos restaura, nos libera, nos
sana, y para ello nos ha dado muchas herramientas en la Iglesia. Y Él me regaló
ver que solo cuando hemos experimentado su salvación precisamente en nuestro
propio error, es entonces cuando podemos asumir la responsabilidad de lo
sucedido y hablar de ello con todas las consecuencias. Su Salvación es un Amor
tan liberador que nos hace libres y fuertes para ser responsables.
Hoy el reto del amor es acercarte a Cristo en el
sacramento de la reconciliación. De Él siempre obtendrás el Amor, la Paz y
restauración que tu ser necesita. ¡No tengas miedo! Si tienes su Amor
asegurado, ¿qué temerás? Pídele el Don de perdonarte a ti mismo y el de poder
pedir perdón asumiendo la responsabilidad y emprendiendo juntos el camino de
vuelta.
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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