"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Isabel Orellana Vilches
EPOPEYAS DE AMOR: «OBRA» DE DIOS
Somos hijos amadísimos del Padre. Únicos y
singulares, a poco que reparásemos en ello nos daríamos cuenta del cúmulo de
bendiciones que reporta vivir con conciencia filial. Es una gracia que se ha
ido derramando en la existencia de los santos que pueblan la martirial y
fecunda historia de la Iglesia. Convocados universalmente para perseguir la
santidad, como todas las personas, su día a día fue una filigrana de ternuras
hilvanadas con auténtico mimo por ese Padre que nos soñó desde toda la
eternidad.
Benedicto XVI afirmó en 2012 que «los santos
representan la victoria del amor sobre el egoísmo y sobre la muerte; viéndoles
se ve que seguir a Cristo lleva a la vida, a la vida eterna y da sentido al
presente». Y el papa Francisco en 2019 recordaba que «no son simplemente
símbolos, seres humanos lejanos e inalcanzables». Son «personas que han
vivido con los pies en la tierra y han experimentado el trabajo diario de
la existencia con sus éxitos y fracasos, encontrando en el Señor la fuerza para
levantarse una y otra vez y continuar el camino».
Cuando monseñor Fernando Sebastián (q.e.p.d)
prologó el santoral «Epopeyas de amor» en 2014, pocos días antes de ser
designado cardenal, hacía notar, entre otras cosas, que los santos son «el
rostro verdadero de la verdadera humanidad. Sin muecas, sin mutilaciones, sin
manchas ni arrugas».
Esta obra que hoy presento glosa la vida de
personas como nosotros, una gran mayoría cercanas en el tiempo, que nos
interpelan, nos hablan, nos susurran al oído las gracias que recibieron en
medio de sus cotidianas renuncias, sus debilidades y sufrimientos físicos,
psicológicos, espirituales… Arrojados a los brazos del Padre, aún en los casos
de quienes inicialmente se opusieron a dejarse arropar por Él, tuvieron en la
Cruz el «libro» por antonomasia y la absoluta certeza de que el Espíritu Santo
les guiaba. María y José alumbraron su firme caminar. Y en el prójimo hallaron
ese hermano único por el que dieron su vida amándole como a sí mismos, tal como
reza el evangelio y nos ha recordado recientemente el papa Francisco en
la Fratelli tutti. A lo largo del texto «escuchamos» su voz. Con
sus propias palabras se dirigen a nosotros.
Por lo demás, cada libro tiene una génesis que
un autor no olvida. Menos aún, cuando, como es el caso, ha sido fruto de la
divina Providencia; una «invitación» percibida honda y claramente, no
perseguida, y que, en consecuencia, forma parte de la voluntad divina. Porque
justamente en estas fechas hace ocho años me hallaba en el monasterio idente de
Constantina realizando un retiro. Meditando por el paseo de cipreses —envuelta
en el aroma de la Sierra Morena de Sevilla donde cielo y suelo se funden en
cálida luz de única belleza, propia de la tierra andaluza, al abrigo de sombras
y con ese sentimiento de gratitud ante una naturaleza que muestra la grandeza
de la Creación—, de repente fui instada a escribir un pequeño artículo, unido
al título; «Santos, pese a todo y a todos», y la persuasión de remitirlo
al medio digital que entonces poco conocía.
Para mi sorpresa, una de las responsables se
puso en contacto inmediato conmigo y me propuso la redacción de un santoral. Y
el 5 de noviembre de 2012 aparecía online en el mencionado medio la primera
biografía: San Guido María Conforti como así viene haciéndolo a diario
ininterrumpidamente hasta el momento. Nunca pensé que esta oferta fuese
casualidad. Más aún, cuando ocho años más tarde, y a pesar de diferentes
circunstancias que han surgido en el camino, este santoral, ahora también en
libro impreso, ve la luz precisamente en vísperas de Todos los Santos de este
aciago 2020. Cuando el presidente de los misioneros identes P. Jesús Fernández
me solicitó la redacción de un santoral interno para la Institución religiosa a
la que pertenezco, que ya había culminado en 2012 (Llamados a ser
santos), no pude imaginar que sería la antesala de otro nuevo que iba a
mantenerme durante largo tiempo vinculada a la vida santa.
Pues bien, estos hechos, que juzgo providentes
desde el principio, me han servido para constatar la extraordinaria obra que
Dios realiza en sus hijos siempre que éstos escuchándole le responden. A veces
buscamos lo tangible para creer. Demandamos que se nos ofrezcan pruebas.
Aparece como una necesidad tener la certeza de que no es fruto de la
imaginación ese sentimiento interior que nos insta a perseguir el Amor que es
Él mismo. Y la realidad es que está tan cerca que nos quema. Y de cuánto nos
propone únicamente devienen gracias para uno mismo y para los demás.
Indudablemente, todos los santos han trazado
con sus vidas un admirable poema de amor; de ahí el título del texto. Solo
queda rogarles que también sea éste el trazo de la mía y de cuantos no deseen
ser excluidos de tales experiencias místicas. Muy feliz Día de Todos los
Santos.
Orellana Vilches, I., Epopeyas de amor. Ed.
Fundación Fernando Rielo, Madrid, 2020, 856 págs, 2 t. ISBN: 978-84-946646-6-3
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