"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA VIGÉSIMA NOVENA SEMANA DEL T.O. (2)
“Es deber permanente de la Iglesia escrutar a
fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio…”
Llamamos “signos de los tiempos” a todos los
acontecimientos que percibimos en nuestro entorno, positivos y negativos,
colectivos y personales, los cuales, leídos a la luz del Evangelio, nos dejan
un mensaje interpelante de Dios, nos hacen tomar acción acorde a las enseñanzas
de ese Evangelio.
A eso es que se refiere Jesús en el Evangelio
de hoy (Lc 12,54-59) cuando dice a la gente: “Cuando veis subir una nube por el
poniente, decís en seguida: ‘Chaparrón tenemos’, y así sucede. Cuando sopla el
sur, decís: ‘Va a hacer bochorno’, y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar
el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo
presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?”
“Es deber permanente de la Iglesia escrutar a
fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio de
forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los
perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y
de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello
conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones
y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza” (GS 4). Con esa
aseveración comienza la exposición preliminar de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II.
Más adelante, el mismo documento conciliar nos
dice que: “Movido por la fe que le impulsa a creer que quien le conduce es el
Espíritu del Señor, que llena el universo, el pueblo de Dios se esfuerza en
discernir en los acontecimientos, las exigencias y los deseos que le son
comunes con los demás hombres de nuestro tiempo y cuáles son en ellos las
señales de la presencia o de los designios de Dios”.
Por eso se dice que la Palabra de Dios no es un
mensaje del pasado, sino que es una “Palabra viva y eficaz, más cortante que
cualquier espada de doble filo” (Hb 4,12), y aunque fue escrita hace casi dos
mil años, es tan válida hoy como lo fue entonces.
En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a tomar
conciencia de los acontecimientos de este mundo tan convulso en que vivimos, a
“darnos cuenta” del momento que vivimos, y examinarlos a la luz de su Palabra,
esa Palabra que interpela, ante la cual no podemos permanecer indiferentes.
Cada uno de nosotros tiene que hacer lo que le corresponde según los carismas
que el Espíritu nos haya conferido a cada cual. Los de su tiempo no supieron
hacerlo, y perdieron la oportunidad de sus vidas.
Todavía estamos a tiempo, pero Jesús nos
advierte de la posibilidad que ese tiempo sea corto: “Cuando te diriges al
tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con
él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te
entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel”.
Hoy, pidamos al Señor que nos conceda el don de discernimiento para poder identificar e interpretar los signos de los tiempos, especialmente en estos tiempos de pandemia, a la luz de su Palabra, de manera que podamos tomar todas las acciones a nuestro alcance para adelantar la instauración del Reino.
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