"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Mnuel Enrique Figueroa
SERIE FRATELLI TUTTI (IV). LA
PANDEMIA DE LA COVID-19
Seguimos comentando el contenido del capítulo
primero de la Encíclica: Las sombras de un mundo cerrado. La sombra
es lo contrario a la luz, como metáfora del bien y el conocimiento. En este
sentido, proyecta una sombra intranquilizadora la visualización de un mundo
cerrado, sin conexión real que lleve a la idea de pertenencia a un mundo que es
de todos y para todos. En este capítulo, el Papa Francisco también nos ilustra
sobre el problema de la pandemia de la COVID-19 y razona sobre nuestra
culpabilidad. Habla de la pandemia calificándola como uno más de los flagelos
de la historia. La segunda acepción de flagelo, de acuerdo con la RAE, lo
define como “cosa, hecho o suceso que tiene efectos muy negativos en una
persona o comunidad”. Es decir, el Papa nos insiste, empleando la idea de
“flagelo de la historia”, que la COVID-19 es un evento muy negativo que estamos
sufriendo, calificándolo como tragedia global, por lo que debemos analizar su
origen en relación con nuestra forma de vida y modelo existencial.
Dice el Papa que es verdad que una
tragedia global como la pandemia de la COVID-19 despertó durante un tiempo la consciencia
de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno
perjudica a otro. John Donne tiene una poesía que viene al caso, “Las
campanas doblan por ti”. Nos viene a decir que, actualizado al contexto de hoy:
“Nadie es una isla entera por sí mismo. Cada persona es una pieza del
continente, una parte del todo. Ninguna persona es una isla; la muerte de
cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso,
nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Es la idea del
Papa Francisco avisándonos del peligro de perder la consciencia de formar parte
de un todo. El planeta es un sistema donde todo está interrelacionado, como nos
recordaba el Papa en su Carta Encíclica Laudato Si´. Nunca preguntes por quién
doblan las campanas, doblan por ti. El Papa nos manifiesta que recordamos
que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos.
La globalización del virus con su oscuro
origen, no establecido de forma clara aún, nos conduce a la idea de que
cualquier cosa que ocurra en un determinado punto del mundo puede afectar a
toda la humanidad. El Papa Francisco dice que anteriormente a este documento
había expresado que la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y
deja al descubierto falsas y superfluas seguridades con las que habíamos
construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Somos
muy vulnerables y nos pone de manifiesto nuestras superfluas y falsas
seguridades.
El Papa nos habla de consciencia. ¿Qué es la
consciencia? Para los neurocientíficos y psicólogos, la consciencia engloba una
amplia variedad de situaciones con un denominador común: el ser vivida e
informada por uno mismo. ¿Somos realmente conscientes de nuestra
responsabilidad ante el planeta y el mundo? Con la tempestad de la
pandemia, se cayó el maquillaje de estereotipos con los que
disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y dejó al
descubierto esa bendita pertenencia común de la que no podemos evadirnos. Quizás
sea bueno recordar el concepto de ego, ya que más de una vez lo utilizamos. El
diccionario de la RAE en su primera acepción lo define como “valoración
excesiva de uno mismo”. Es la acepción más común. Una parte de los seres
humanos se ve superior a todo y a salvo de todo, y actúa en consecuencia
afectando a todos. En su segunda acepción el diccionario de la RAE nos explica
que: “En la teoría del psicoanálisis de Freud, parte parcialmente consciente de
la personalidad humana que controla la motilidad y media entre los instintos
del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior”. Una
difícil relación y equilibrio entre el ello, el superego y la realidad
exterior.
Nos recuerda el Papa que el mundo
avanzaba de manera implacable hacia una economía que, utilizando los avances
tecnológicos procuraba reducir los costes humanos y algunos pretendían hacernos
creer que bastaba la libertad de mercado para que todo estuviera
asegurado. De nuevo el Papa, como en la Encíclica Evangelii Gaudium,
nos alerta de los peligros de una tecnología (biotecnología) al margen del bien
común y al servicio de poderes financieros, económicos y políticos. Una
tecnología que puede hacer el bien, satisfaciendo necesidades, se puede
convertir para la humanidad en su conjunto.
Aún desconocemos el origen del SARS-COV-19. No
pienso en absoluto que sea un virus generado de forma intencionada y puesto en
circulación para acabar con la humanidad, pero no ha sido sólidamente
demostrado su origen natural, lo cual genera sombra de duda si ha podido ser un
accidente no deseado, ni previsto y menos aún deseado. Nuestras capacidades
tecnológicas son muy grandes y debemos tener mucho cuidado, ya que aunque estén
dirigidas al bien común pueden generar problemas de forma accidental, ya el
Papa Francisco nos ha avisado reiteradamente. Necesitamos una tecnología que
satisfaga necesidades, incluida la biotecnología, que puede salvar muchas
vidas. Los organismos patógenos para el ser humano se pueden generar en las
zonas que alteramos, especialmente en áreas de gran biodiversidad, generando
interfases antrópicas nosógenas y pueden pasar desde especies a las que no
afectan a otras que son vectores hacia el ser humano (el proceso se denomina
zoonosis) y afectarlo de forma muy grave, y expandirse con nuestra movilidad
globalizada. Quizás el SARS-COV-2 tenga este origen en la lejana Wuhan, pero se
ha expandido por todo el mundo con efectos sanitarios, económicos y sociales
muy graves.
Dice el Papa que el golpe duro e
inesperado de esta pandemia fuera de control obligó por la fuerza a volver a
pensar en los seres humanos, en todos, más que en el beneficio de
algunos. De nuevo el bien común, ausente hoy en una gran parte del
mundo debido a actuaciones egoístas y llenas de ambición. Para el Papa hemos
perdido el sentido de la fraternidad. Fraternidad a la que llama con
el documento que comentamos, la Encíclica Fratelli Tutti. Continua el Papa
Francisco diciendo que el dolor, la incertidumbre, el temor y la
conciencia de los propios límites que despertó la pandemia hacen resonar el
llamado repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización
de nuestras sociedades y el sentido de nuestra existencia. Actualmente
se habla de cómo será el mundo después de la pandemia del coronavirus. La
incertidumbre se cierne sobre nuestra especie en relación con un virus que no
esperábamos. ¿Habremos aprendido algo tras la pandemia que nos permita caminar
hacia un mundo más justo y equitativo que piense en el bien común? También cabe
la posibilidad de que profundicemos aún más en nuestro egoísmo, generando aún
más descartes de seres humanos. Las pandemias se suceden a un ritmo cada vez
mayor por la acción negativa del ser humano en el medio natural. No es verdad
que los animales salvajes estén especialmente plagados de agentes patógenos
letales preparados para contaminarnos. El problema está en las transformaciones
humanas del medio natural con las que hemos dotado a estos microbios de medios para
llegar hasta los seres humanos, donde pueden convertirse en agentes patógenos
letales. Los seres humanos favorecemos la propagación de ciertos
microorganismos al desplazarnos desde los lugares fuente de los mismos, donde
hemos alterado el medio ambiente generando peligrosas interfases antrópicas.
Para el Papa es la realidad misma que gime y se rebela.
El Papa Francisco nos habla del futuro, y
manifiesta pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de
caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación
egoísta. Y vuelve el Papa a hablar de otros y nosotros: Ojala
que al final ya no estén los otros sino sólo un nosotros. El Papa pide que
la pandemia no sea solo de otro severo episodio de la historia del que no
hayamos sido capaces de aprender. (…) Ojalá tanto dolor no sea inútil. Pide
el Papa, tras un recuerdo a tantas personas mayores fallecidas en la pandemia,
personas quizás olvidadas en residencias algunas inadecuadas desde el punto de
vista sanitaria (¿Qué hemos hecho con nuestros mayores?), alguien debería
responsabilizarse de esto, que demos un salto hacia una forma nueva de
vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a
los otros.
El Papa Francisco hace una llamada a generar una comunidad de pertenencia y de solidaridad. Nos pide no caer en los errores que llevan a la nausea y el vacío. Necesitamos un mundo donde el bien común y la fraternidad sean una realidad, con una ciencia que genera ideas y una tecnología que satisfaga las necesidades de todos, una realidad donde se imponga el nosotros en el marco de la fraternidad universal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario