"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA TRIGÉSIMA SEMANA DEL T.O. (2)
Al ver la mujer la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”.
La primera lectura de
la liturgia para hoy (Ef 4,32-5,8) es lo que podríamos llamar un “manual de
instrucciones para la santidad”. San Pablo logra resumir, en un párrafo, lo que
es un verdadero cristiano. Y es tan explícito que no requiere explicación ni interpretación
alguna. Les invito a leerla.
Como segunda lectura se nos
presenta el pasaje evangélico en el que Jesús cura a una mujer que llevaba dieciocho
años encorvada sin poderse enderezar (Lc 13,10-17). Este milagro resalta por
dos cosas: Lucas es el único que lo narra, y Jesús obra el milagro sin que la
mujer, ni nadie más se lo pida. Nos dice la lectura que Jesús estaba enseñando
en una sinagoga y al ver la mujer la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de
tu enfermedad”. Luego hizo el gesto visible de imponerle las manos, “y
enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.”
Muchos ven en esta narración
un simbolismo relacionado con la opresión a que estaban sometidas las mujeres
en tiempos de Jesús (simbolizada por el estar encorvada, que la mantenía en un
estado servil y no le permitía mirar a los hombres a los ojos) y que Jesús, al
enderezarla, le devuelve su dignidad. No obstante, lo cierto es que esa mujer
encorvada nos representa a todos los que estamos “encorvados”, oprimidos bajo
el peso de nuestros vicios, nuestros pecados, nuestras angustias, nuestros
pesares.
La mujer estaba encorvada, no
podía interactuar con los que le rodeaban, no podía levantar los ojos al cielo.
Jesús se toma la iniciativa, la llama, la cura, la “endereza”. Está claro que
Jesús nos quiere erguidos, de pie, en victoria. Por eso nos libera de nuestras
“cargas” pesadas (“Vengan a mi…” Mt 11,28), levanta a los que están postrados,
como la suegra de Pedro (Mc 1,3-31). Ese “levántate” que encontramos también en
el Antiguo Testamento, en el que vemos actuar a un Dios que “levanta del polvo
al desvalido” (1 Sam 2,7-8; Sal 113,7), y “levanta al pobre de la miseria” (Sal
107,41).
Estar de pie es sinónimo de
libertad, de la dignidad propia de los hijos de Dios. Dios nos creó para ser
felices y libres, no para ser esclavizados, ni oprimidos, ni caídos, ni
deprimidos. Por eso cuando vio a su pueblo esclavizado en Egipto decidió intervenir
en la historia para llevar a cabo el gesto liberador del Éxodo.
Ahora vivimos esclavizados,
oprimidos, “encorvados” bajo el peso de nuestros pecados, nuestros vicios. Y
ese peso nos impide avanzar, nos impide ver nuestro entorno con claridad, nos
impide fijar la mirada en el cielo, nos impide “glorificar a Dios”, como hizo
aquella mujer encorvada tan pronto Jesús la enderezó.
Hoy Jesús quiere enderezarnos
a nosotros también. Nos invita a poner a sus pies todas nuestras cargas
pesadas, materiales o espirituales, que nos mantienen encorvados. Si lo hacemos
y nos postramos ante Él, nos impondrá su mano poderosa, nos “pondrá derechos”,
y como la mujer encorvada, glorificaremos a Dios.
Que pasen una hermosa semana llena de PAZ.
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