"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES DE LA TRIGÉSIMA SEMANA DEL T.O. (2)
“Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los
principales fariseos para comer”…
Durante los próximos días estaremos
contemplando como primera lectura la carta del apóstol san Pablo a los
Filipenses. Esta es una de las cartas que Pablo escribe desde la cárcel (junto
con Efesios, Colosenses y Filemón). La lectura de hoy (Fil 1,1-11) nos presenta
el saludo, que es la primera parte de las cartas paulinas, y en él podemos
percibir el amor genuino que Pablo siente por esta comunidad, la primera
evangelizada por Pablo en el continente europeo (Hch 16,11-15): “Doy gracias a
mi Dios cada vez que os menciono; siempre que rezo por todos vosotros, lo hago
con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del
Evangelio, desde el primer día hasta hoy… os llevo dentro”.
Pablo no solo reconoce el trabajo que junto a
él los de Filipos desplegaron en la misión de evangelizar, sino que los alienta
y exhorta a mantenerse firmes: “Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado
entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo
Jesús”. Por eso termina el saludo diciendo: “Y ésta es mi oración: que vuestro
amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar
los valores”.
Dentro del mensaje de exhortación al amor
fraterno, Pablo reconoce la labor que han realizado y cuán importante han sido
para su tarea evangelizadora. Pablo nos está presentando un ejemplo que debemos
emular todos los que dirigimos o estamos encargados de algún ministerio, grupo
o movimiento dentro de la Iglesia (incluyendo la iglesia doméstica). No podemos atribuirnos el mérito de los
logros; tenemos que reconocer el trabajo de los demás componentes del grupo,
por mínimo que sea, pues eso les entusiasma a seguir contribuyendo, y tal vez
sea el estímulo que necesitan para aportar más al éxito de esa “empresa buena”.
El Evangelio (Lc 14,1-6) nos presenta a Jesús
aceptando una invitación a comer en casa de un fariseo, uno de sus
“adversarios” religiosos. Jesús aprovecha cada oportunidad para evangelizar, y
eso incluye sentarse a la mesa con sus adversarios, con el significado que ese
gesto tiene en la cultura de su tiempo. Una vez allí, ve a uno que sufría de
hidropesía y lo cura. Pero el milagro, del que se nos brinda poco detalle,
juega un papel secundario en la narración, cuyo tema es uno también recurrente
en Jesús: el verdadero sentido del sábado, y cómo los fariseos habían
tergiversado la Ley de Moisés incluyendo el curar entre las 39 tareas o
trabajos que estaban prohibidas en sábado. Jesús lo sabe, pero aun así, antes
de curar al hombre le formula a sus anfitriones la pregunta: “¿Es lícito curar
los sábados, o no?”
Ante el silencio de sus interlocutores, luego
de curar y despedir a hombre, les dijo: “Si a uno de vosotros se le cae al pozo
el burro o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?” De nuevo,
silencio.
El mensaje de Jesús es claro. La Ley no puede estar por encima de la caridad. A veces nosotros mismos ponemos toda clase de excusas para no ayudar a un hermano que lo necesita, incluyendo nuestras “obligaciones” para con la Iglesia. ¿Qué nos dirá Jesús?
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